sábado, 16 de mayo de 2020

Miradas
King Roger, Covid-19, ¿síndrome de Estocolmo, o el Gran Hermano del 5G?
Król Roger © Sören Vilks/Royal Swedish Opera


  Palacio de la Ópera. Se estrena Król Roger (Rey Roger), del polaco Karol Szymanowski, basado en el libreto de Jaroslaw Iwaszkiewicz (1926). Hace un año de aquello. Fue la pasada primavera en la "Venecia" del Norte, Estocolmo (Suecia). 
   Szymanowski era un fascinado de la cultura mediterránea, la sentía como síntesis de diferentes pueblos y religiones. En Rey Roger hay mucho de esto último, la diatriba entre la fe y razón, entre la ley grupal y la libertad individual
   Hoy podríamos justificar no seguir escribiendo, o leyendo como es tu caso, si no es sobre la cuestión de la Pandemia de la Covid-19 (el coronavirus que todo lo tiñó de luto, de féretros, de "cárceles" con balcones al patio sin luces)
   Las redes parpadean, incansables, millones de entradas, con laberínticos y catastróficos testimonios y argumentarios (los hay necesarios, útiles para batallarla; otros son interesados y manipuladores, como en cualquier otra circunstancia). Para muchos "se paró el mundo" -"tiempo detenido" como escribiera Carmen Martín Gaite en Nubosidad variable-. Para otros llegó el sálvese quien pueda, afilando los cuchillos para en la noche más negra ajustar su venganza. En esta encrucijada pérfida quiero volver, desesperadamente, a aquella noche en el palacio de la Ópera, para que no se "detenga" el tiempo, en nada.

Acto Primero: Al reino cristiano de Roger llega un misterioso pastor, es el profeta de un dios desconocido. Pregona el Amor y el Placer. Inicialmente le siguen unos cuantos adeptos.

Resultado de imagen de obra del greco en el museo de estocolmo
S. Pedro y 
S. Pablo (¿1587?) 
El Greco.

   A pocos metros del palacio de la Ópera, en el Museo de Suecia, cuelga una enigmática obra, San Pedro y San Pablo de El Greco. En él se pueden percibir dos visiones de la Cristiandad. Dos Europas, la de la Reforma y la España de la Contrarreforma. San Pedro, con las llaves del cielo que parece incitar a otras interpretaciones, frente a San Pablo con la mano sobre la Biblia inquiriendo el acatamiento férreo. Intuimos que el pintor, como Szymanowski, quiere abrir la ventana a lo diferente por descubrir, otra mentalidad.
Interior del templo
Catedral de San Nicolás. VVV.es
   En el año dos mil, el gobierno sueco rompió la relación con los luteranos, mayoritarios hasta entonces en el país, y desde entonces cada día que pasa se censan más ateos; pero lo cierto es a día de hoy, siguen siendo muchos los suecos que afirman vivir algún rito religioso. También los hay que rozan el extremismo y veamos algunos de los porqués.
   La gran afluencia de inmigrantes ha puesto al país en los últimos años en guardia ante la radicalización de grupos de jóvenes que han caido ante la visión manipuladora y mediática, de un islamismo radical. En esos casos son preocupantes el número de afiliados al terrorismo integrista. Viendo Kalifato, la serie de Netflix de factura sueca, se observa un más allá en la cuestión y que apunta a la contraposición de dos universos: el del siglo XXI, de un estado de bienestar envidiable y democrático, y el otro en Raqqa (norte de Siria), un feudo de la Edad Media militarizado (ocupada, y llamada Califato por el autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante, entre 2013 y 2017). El hilo argumental es el adoctrinamiento ideológico. La serie disecciona sin pudor la incapacidad del sistema para integrar a los jóvenes de aquellas familias que no han arraigado en la cultura sueca (etapa vital crucial como es la adolescencia de los "captados", familias rotas, problemas sicológicos, entre otros, son algunas de la venas que succionan sus captadores, prometiéndoles otros territorios, en una sesgada interpretación del Islam).
 Por otro lado, los servicios sociales sufrieron una macrouniversalización ante la demanda de inmigrantes. Se estableció un proceso de integración multicultural que, aún hoy, intenta no cortar las raíces de quienes llegan apoyando su lengua, cultura, en los propios centros educativos y asociaciones. Esto supone un coste que augura reducciones drásticas, y con críticas a la segregación impuesta por el propio sueco. Como en tantas políticas europeas, este modelo ni está generalizado, ni integrado, en todos países de la Unión Europea que, ahora más que nunca, con la pandemia, comienza a hacer girones.
   En definitiva, Suecia no ha escapado a lo acaecido en Francia, Alemania, Gran Bretaña, y por supuesto España. Allí se han hecho visibles estas afiliaciones, y otras que se creían superadas, como los supremacistas blancos y las corrientes neonazis que, sin pudor alguno se han infiltrado en el discurso social y político.
Resultado de imagen de olof palme   Lejos quedaron los años setenta y ochenta en los que Suecia abanderó el discurso de la socialdemocracia europa. Un proceso avanzado sobre la independencia individual para una sociedad madura y potencia económica. A mediados de los ochenta marcaba el rumbo de Europa para establecer un control decisivo sobre las grandes potencias en el tráfico internacional de armas. Al timón de aquel barco figuró Olof Palme (asesinado el 28 febrero 1986). Las últimas investigaciones llevan a la conclusión de que aquella determinación, no suministrar armas desde Suecia a Sudáfrica -según el escritor Karl Stig-Erland Larsson-, fue el detonante para que la extrema derecha, y grupos empresariales armamentísticos decidieran su desaparición. Casi cuarenta años después el problema del tráfico de armas, la proliferación de guerras y, por supuesto, el terrorismo, se han incrementado. Hoy, el desequilibro entre norte y sur, el número de muertos y desplazados, está por conocerse realmente. Seguramente saldrían cifras que, con la cornada de la pandemia, será muy difícil de concretar nunca, pues la crisis mundial sobrevenida distraerá temas parciales y tan cruciales para, una vez más, caer en la globalidad.

Acto Segundo: La cúpula eclesiástica rechaza al pastor. Muchos súbditos del Rey piden su cabeza. Tan sólo Roxana, la esposa de Roger es seducida por el "enviado". El mismo rey, tras desistir de tenerlo prisionero, también cae fascinado. Es el nuevo Dionisos.

Viviendas del parque de Skansen
(Estocolmo).
   En Lagom, del escritor y monologuista Jonas Gardell, define Suecia como “el país de la leche semidesnatada”, una cultura que huye de la apariencia, lo ostentoso, alejándose del cartón piedra de gran parte de la cultura neoliberal y conservadora (una sociedad vikinga, Liger “alrededor del Equipo” (grupos familiares compartiendo todo, visible en Skansen, en Estocolmo y en la vecina Oslo, Noruega, en su ciudad de la Historia). La imagen de los hogares compartidos, unidos por calles porticadas, para hacer frente a una Naturaleza exigente, caló en la conciencia colectiva.
Obra sobre el control del cuerpo femenino
en el Moderna Musseet, 2019.
Resultado de imagen de Moderna Museet
She - A Cathedral, (1966)
Foto: Hans Hammarskiöld.
   Sin embargo, ahora granizan las críticas sobre el sistema sueco, acusándole de tratar de anular las estructuras tradicionales arcaicas con billones de coronas. Las familias consideradas arcaicas y controladoras han dado paso al divorcio, aborto, o la total emancipación de la mujer, que todavía sorprende a muchos. Esto supuso un cambio de paradigma -en la línea de ruptura que nos presenta el autor de King Roger-, y su feminismo radical, se "exportó" con marca indeleble. 
   En el devenir vital y diario de los suecos puedes encontrarte al grupo Josefins, "New Orleans Gang", en el Mercadillo dominical abocado al lago MälarenUna mujer, con una copa de vino en cada mano, los ojos cerrados y dando palmas, baila, sobrevuela, sobre el agua del lago hacia el Báltico. Unicidad frente a comunidad. Nadie le da importancias, ni sorprende, la cultura del respeto total por el universo del otro, hasta para coger la escalera y no interrumpir los pensamientos del vecino que llegó antes para tomar el ascensor. Conviven en la cordura de una distancia social que, a veces, desde la cultura mediterránea se observa excesiva. Es otra perspectiva desde otras costas. En contraste, a la misma hora, en la iglesia de Santa Clara un dúo mixto canta temas que mezclan amor y fe.
  
Acto Tercero: El final. Surge un niño: el amanecer, la llegada del sol, lo apolíneo, ¿la paz espiritual? ¿el nuevo ser? Un final enigmático y abierto.
  
Resultado de imagen de The fire of Hôtel-Dieu"
 The fire of Hôtel-Dieu (1772).
Hubert Robert-
   En estas horas interminables de confinamiento, son muchas las genuflexiones que practicamos a nuevos diosesEn la pasada primavera, al cruzar por la sala del ya mencionado Museo de Suecia, nos cruzamos con la pintura "The fire of Hôtel-Dieu" (1772), del artista Hubert Robert. Pocas horas antes, el fuego se había cebado con Notre Dame, edificio que, coincidentemente, aparece al fondo de esa obra. Sorprendió al mundo entero la rápida reacción de grandes fortunas como donantes, ese mismo día, para su reconstrucción. Inmediatamente las redes, por comparación, sacaron los rostros de los niños hambrientos en los campos de refugiados sirios tras los bombardeos; éstos no tendrían una respuesta así, inmediata y global: ¿de haber sido yo una catedral, habrían venido tan raudos?, decían aquellos mensajes. 
   La crisis global en la que nos hallamos inmersos se desencadenó en Wuhan, en la inabarcable China. Asistimos a unas calculadas, y seguramente censuradas, escenas de muerte y pánico pero, ¿cuántos pensaron honestamente que aquello también iba con el resto del mundo? Las crisis, la muerte, el dolor, lo queremos lejos, tan lejos como la duda. Es el mal de la humanidad, la inacción de los muchos. El arrojo de muy pocos.
Ecologistas denunciando problemeas del futuro inmediato.
   En esta crisis, tampoco se ha querido escuchar a pensadores, ecologistas, sindicatos, individuos de la propia sociedad civil, que se han manifestado sobre el control de nuestra mente, el fondo de la generación de los pensamientos. Digamos un ejemplo, sobre los trusts en las comunicaciones y el 5G porque, ¿qué nos espera tras este confinamiento mundial controlado? No sabemos cómo interiorizaremos las "bondades" de El Gran Hermano que todo nos abastece, y al instante. 
   Los filósofos rememoran a Foucault en cuanto a "Disciplina" y "Castigo" (Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión, M. Foucault, 1975), donde describe las nuevas regulaciones y vigilancia de los ciudadanos, derivadas en la plaga del siglo XVII. Giorgio Agamben habla de utilizar la pandemia para usar los estados de excepción, o alarma, como "paradigma normal de gobierno..., el pretexto ideal para defenderlos más allá de cualquier limitación". Algo que también desconcierta al filósofo Darío Sztajnszrajber: "Me preocupa que esa situación de control público se haya diseminado como forma identitaria propia de los vínculos de los otros y que este Estado políciaco se convierta ya no en un atributo de las fuerzas de seguridad, sino en una forma de pensar en prácticas y rituales de vida por parte de la sociedad civil. Ese es el peligro más inminente, el rebrote de ciertos aspectos protofascistas que en las formas de peligros siempre están latentes. Algo que puede justificar el venenoso mensaje apocalíptico del magnate sueco Jacob Wallen: "No habrá recuperación. Habrá disturbios sociales. Habrá violencia...". Como asevera el periodista Marco D'Eramo: "La separación es un lujo que muchos no pueden permitirse, y las reglas para para el distanciamiento social están sirviendo para ampliar el abismo entre las clases" ("La epidemia del filósofo", New Left Review, 4-4-2020).
   Probablemente, con estos augurios, no queramos salir. Veremos más espacios solitarios y temidos (parques sin niños que no quieren volver, pues tienen a los suyos al lado y al resto tras una pantalla, al click de un ratón o en unta tablet). Tampoco, quizás, podamos desembarazarnos del miedo. Sí, el miedo que se vislumbra en el virus agarrado a los pomos de las puertas, al alquitrán de las carreteras, a la piel del otro. 
   Esto no lo logré atisbar en la obra King Roger. Quizás ya estaba contagiado del terror antes de que llegase la pandemia por haber leído, en mal momento, Infierno, de Strindberg. 
   Así que la salida a este túnel no lo tengo previsto, y por tanto se lo veré a usted, o a tí, cuando lleguemos a la última fase de lo que ahora se denomina desescalada, desesca..., ¿qué? Yo no esperaré. Me vuelvo hacia el norte en busca de los Sami, con la música de los Tanabreddens...


P.D.: Hoy 10 de junio de 2020, la Fiscalía sueca ha cerrado el caso sobre el asesinato del primer ministro Olof Palme hace treinta y cuatro años. No se aportan pruebas técnicas determinantes, ni en su informe despeja las cuestiones que movieron al magnicidio, señalando como único sospechoso a un publicista ya fallecido. Lo que ha venido a denominarse el "Trauma sueco" seguirá alargándose en el tiempo.

4 comentarios:

  1. No hay que hacer demasiado caso a los filósofos. A la gente le dura poco el miedo. Hemos llegado hasta aquí después de apocalipsis peores (ahora resulta que al aire libre no se contagia mucho y que las gotas de saliva ya tienen que ser mayores que hace un par de meses...). Esperaremos a la siguiente, y nos volverá a coger desprevenidos. Confiemos, eso sí, en que no el bicho no se transmita por el aire porque eso nos hará revivir las escenas descritas por Foucault, y no sé si nosotros y nuestra civilización está preparado para ello.

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  2. Estoy de acuerdo Miguel, a la gente nos dura poco el miedo, y la educación, o el cuidado y la percepción de que existe el otro. Gracias.

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  3. Me ha gustado, gracias por las reflexiones.

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  4. Muy buen texto, lleno de referencias cultas y apuntando a aspectos oscurso de la crisis actual. Todavía recuerdo, de niño, la imagen congelada de Olof Palme en la TV cuando ocurrió el atentado.

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