martes, 25 de marzo de 2014

Miradas

Un burka en El Greco

  Ayer sentí miedo. 
  Sí, un escalofrío al cruzarme con un cuerpo de mujer tapiado por un basto tejido negro, sin rostro, sobre el gris granito de la plaza Zocodover (Toledo), a tan sólo unos pasos de la exposición en el Museo de Santa Cruz "El griego de Toledo"; miedo, terror y pena por cómo será su vida, o peor, las de tantas y tantas que no pueden llegar a estas nuestras calles. 
  Si Doménikos Theotokópoulos hubiera tenido que llevar al lienzo, en estos tiempos, la efigie mortuoria que me pareció el espectro, estoy seguro que también le resultara ofensiva su visión a los intransigentes que las incitan a la atrocidad de hacerles invisibles al mundo (pienso en la liberación del color, la pincelada, la figura humana; y en la interpretación de las Sagradas Escrituras que llevó a cabo, y creo no equivocarme que sufriría, aún mayor desdén, que el que tuvo del rey Felipe II con el Martirio de san Mauricio y la Legión Tebana (1580), donde el pintor, lejos de situar en primer plano la muerte por la fe, da un giro sobre la posibilidad del ser humano de replantearse su destino; claro que también hoy, en ciertas partes del mundo del burka, lo llevarían a la parrilla al saber de sus tendencias sexuales). 
 El Greco. Detalle de La sagrada familia
Hospital de San Juan Bautista, Toledo.
    No sé si quienes lo llevan, el burka, dudo que todas, se debe a sus creencias y alcancen parte del paraíso que les conjura su religión. Ahora esta mujer estaba de turismo, desde su ocre tumba. Y del turismo macabro (por cuanto se suele comprar de todo, hasta lo reprobable), llegó a mis manos, en pleno furor talibán, esta prenda que no dudé en ponerme para intentar sentir qué se vive bajo ese manto claustrofóbico; descorrí rápido la tela; una alambrada cercenaba mis ojos y cerebro; y sentí lástima y una honda pena por creer que esas mujeres no pueden elegir, y si lo hacen, ¿qué les mueve a ello?
  Esta vez el paso del color de la vida, de la libertad de espíritu de El Greco, hasta el negro cruel, por anulador, de esta mujer me hizo caer de bruces a una realidad que no por lejana, aparentemente, es menos cruenta.
  Y si no cesamos en denunciar cárceles y campos de concentración injustos e inhumanos, no nos pueden pasar inadvertidas estas celdas ambulantes que anulan seres que se ven obligados a la indignidad como muchos creemos este ataque a su propia identidad (ni aunque se disipen las aristas del horror con el color celeste de algunos increíbles, por obscenos, desfiles de moda de estas rejas).
   Me hubiera gustado oír su voz, la de la mujer bajo el burka de ayer y guiarla hasta el Museo del griego, para que abriera los ojos al universo y la historia de emancipación de la mente y de la belleza de los cuerpos libres de ataduras (ante la Visión del Apocalipsis El Greco habla de la contradicción entre el amor sacro y el amor profano; semilla para otro genio como Picasso y su Les Demoiselles d´Avignon).
   Todavía, a estas alturas, e iremos a peor me temo, no entiendo nada ni de la historia de las creencias, las iglesias y los dioses que arrebatan la vida a sus seguidores (ni a quienes interpretaron, inventaron o manipularon ancestrales mensajes ante el terror del débil en la oscuridad de su pensamiento).
   
El Greco. 
Visión del Apocalipsis.  (1609-1614).

1 comentario:

  1. Me has dejado loco. Qué genialidad de comparación. Ya me contarás por qué, con esta capacidad para la reflexión, no tienes un blog con un millón de entradas.

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