martes, 4 de marzo de 2014


Retratos

El "Buenismo" de Bono

   Cuando José Bono, expresidente de Castilla-La Mancha, expresidente del Congreso de Diputados, exministro de Defensa con José Luis Rodríguez Zapatero, y tantos cargos más en esto de la política, publicó su último libro Les voy a contar, me hice el juramento de no leerlo. Pero he aquí que hoy ha caído en mis manos y la curiosidad de un primer párrafo al azar me ha enganchado (de cómo un periodista vendía su pluma a cambio de unas monedas; me he quedado huérfano de la Justicia, al derecho a saber, al menos, una parte de la verdad, una vez más).
   Así que, visto lo visto, he releído sus "buenas" intenciones de no desnudar al contrario más allá de lo propio, y de contar las bondades de su inteligencia por sobrevivir, eso sí, como un como adalid de lo justo, en ese proceloso mundo de la alta política en una democracia siempre en ciernes.
   Entre perdones y parabienes, Suárez le agradecía, hace años, que fuera uno de los pocos prohombres que lo felicitara cada aniversario de aquellas primeras elecciones del "77"; de Felipe González, quien no sale mal parado, que terminó siendo el dios de los socialistas, pero que abandona al partido en un mal momento (sin plantearse usted, buen José, que marchó de una región a la que prometió no dejar por oro alguno); de Alfonso Guerra, qué decir de su bicha; Aznar un aprendiz de brujo torpe, y algunos sindicalistas como Nicolás Redondo, que poco menos se le habían subido las ínfulas después de haberle perdonado la vida en Suresnes.
   Y así pasando por todo tipejo andante en despachos y salones, salvando al Rey, por si lo necesita ahora, con la que le está cayendo, y a ciertos obispos y ralea del alto clero a caer de un burro, por paletos y bravucones. Todo en un prolijo anecdotario anárquico, como avisa, reducido como los tiempos, con la impresión de que están traídas del delirio y la obsesión por justificar sus actos donde hasta el más truhán queda a los pies de su inteligencia natural en saber estar donde el momento le exige (desde que el "padre José" colgó los hábitos se eleva sobre la condición humana para resituar a cada interpelado en el pedestal que le otorga).
  Anuncia que donará todas sus miles de fichas y grabaciones, pues hay previstos dos libros más, a archivos públicos para que la memoria colectiva ahonde hasta donde arrimen el codo los investigadores y curiosos. Y como arrieros somos y en el camino nos reencontramos, ha muchos años que ante preguntas incómodas de este que le escribe, aprendiz a periodista, le hiciera sobre la capitalidad de Toledo, o la autovía del Levante, que no pasaba por Cuenca, amén de otras preguntas sobre su gobierno, y no recibiera más que algunas burdas distracciones, desde este modestísimo blog, le animo, le pido encarecidamente que, además de continuar hasta donde su memoria le acompaña con esos diarios, retroceda en el tiempo y, como no es parco en palabras, cuente todo, absolutamente todo, y de paso haga lo que esté en su mano por reducir el número de años para acceder a todo tipo de archivos donde conocer la historia reciente de este país para esta generación donde esos hechos tienen efectos contundentes.
  Y no se ampare bajo el argumento del respeto a los protagonistas, que ellos tampoco lo tuvieron si algún acto es recriminable, o cuestiones delicadas de Estado, que así nos va por muchos secretos.
  Porque, señor Bono, no dude que le reconozco lo difícil que le habrá sido navegar a favor y contracorriente; hasta de los propios. Pero también sabe que muchos de mi generación creyeron y apoyaron una nueva forma de vivir después de una infame dictadura, y a resultas nos hemos quedado a verlas venir: la libertad, la equidad, la tolerancia, la igualdad de oportunidades... Después de tantos años en el poder de los suyos no percibimos los grandes cambios, ni desde el socialismo ni del cristianismo, banderas que usted lleva como corolario a su imagen.
  Mi impresión es que los líderes valientes y honestos con los que se vislumbraba aquella incipiente democracia se quedaron, sólo se auparon al poder, aquellos que se han convertido en meros tramitadores de la voluntad de otros más poderosos y no renunciaron a bajarse del "tronío".
  Los otros, los opresores, aglutinaron fuerzas y volvieron más veloces que el viento. ¿O es que quizás en la calle no supimos ver la diferencia?
   Una calle que con los años tiene remiendos de cuerpos y almas que quedan a los pies de los caballos, o lo que es peor, a su vecino reprimiéndole a golpe de porra y pelota de goma en cualquier manifestación por la justicia y la dignidad.
   ¡Qué les voy a contar
!

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