martes, 28 de octubre de 2025

Miradas

La ruta de don Quijote
. Tras la huella de Azorín, un siglo y pico después (II)


    La celebración del tercer centenario, en 1905,  de la aparición de la primera parte del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, daría pie a numerosos estudios, relecturas y reinterpretaciones aprovechando el tirón comercial que esta conmemoración suponía. Obras como La resurrección de Don Quijote de A. José Burgos, Nueva salida del valeroso caballero Don Quijote de la Mancha de Antonio Ledesma Hernández y Los tiempos y tiempos de Eduardo León y Ortiz, son algunos ejemplos. A la cita no podía faltar Miguel de Unamuno quien publica el ensayo Vida de Don Quijote y Sancho, en un diálogo con los personajes de la obra con los que trasluce su pensamiento filosófico/existencial. Ante "El sepulcro de don Quijote" comienza: "Me preguntas, mi buen amigo, si sé la manera de desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre estas pobres muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren. ¿No habrá un medio, me dices, de reproducir la epidemia de los flagelantes o la de los convulsionarios? Y me hablas del milenario. Como tú siento yo con frecuencia la nostalgia de la Edad Media; como tú quisiera vivir entre los espasmos del milenario.".
    José Martínez Ruiz, Azorín, a quien seguimos los pasos, a través de sus crónicas de La Ruta de don Quijote para El Imparcial de aquel mismo año, tamiza comentarios y charlas que encuentra entre sus hospitalarios manchegos, a los que diluye, en ocasiones, a meros figurantes de sus visiones y reflexiones literarias o filantrópicas (su primera edición en libro, sería en mayo de ese mismo año, en la imprenta de Leonardo Williams,  tapa dura de tela). Continuamos, como si fuera ayer, al pie de la letra su Ruta, desde donde nos quedamos en la anterior entrega, a la puerta de la Cueva de Medrano.

III. "Psicología de Argamasilla". Crónica del 7/3/1905 

    El reportero Azorín sumerge al lector en una atmósfera literaria/indagatoria en la casa/cueva de la familia Medrano (influyente en el siglo XVII). Sutilmente colocará Argamasilla como epicentro de la explosión creativa de Cervantes: "Penetremos en la sencilla estancia; acércate, lector; que la emoción no sacuda tus nervios; que tus pies no tropiecen con el astrágalo del umbral; (...). Don Alonso Quijano el Bueno está sentado ante una recia y oscura mesa de nogal; sus codos puntiagudos, huesudos, se apoyan con energía sobre el duro tablero; sus miradas ávidas se clavan en los blancos folios, llenos de letras pequeñitas, de un inmenso volumen. (...). Y sus miradas, de las blancas hojas del libro pasan súbitas y llameantes a la vieja y mohosa espada que pende en la pared. Estamos, lector, en Argamasilla de Alba y en 1570, en 1572 o en 1575...". En la villa nadie duda que fue una prisión donde Cervantes comenzó a escribir la obra; Isabel, la guía del actual museo, que atiende a una pareja de sevillanos con su perrita y al viajero, reincide en ello. Aquellos, no dejan de exclamar cuántos rincones tiene esta España aún desconocida. 
    Juan Eugenio Hartzenbusch
autor de Los amantes de Teruel, convenció en 1863 al editor Rivadeneyra para que imprimiera la novela en la cueva:"En este tenebroso encierro, en este angustioso cofre de cal y canto, concibió la fecunda mente de Cervantes la idea vastísima, triste alguna vez, regocijada siempre, de su Don Quijote. Desde aquí, rompiendo su imaginación portentosa las gruesas y toscas paredes que le aprisionaban, se espació por las dilatadas llanuras de la Mancha.". Sin embargo, F. Torres Yagües en "Cervantes, D. Quijote y La Mancha" (Revista de Estudios Regionales La Mancha, n.4. Daimiel, 1976) lo contradice: "... no hubo tal cueva de Medrano y que, por no haber cárcel en el pueblo, los presos los llevaban a Alcázar de S. Juan; que no consta en ningún sitio, ni en documento escrito que Cervantes visitase el pueblo y ni siquiera que lo conociese"
  Volviendo a la Ruta, al poco del final del periplo de Azorín, El Imparcial se hacía eco de lo publicado por El Heraldo (22/3/1905), del violento incendio declarado “en la casa donde estuvo preso Miguel de Cervantes Saavedra, o sea en la llamada de Medrano”,  lo mismo que El Día. La Casa quedó reducida a escombros. El pueblo en masa utilizó las bombas de las bodegas, y las mujeres formaron cordón para conducir vasijas de agua.
    Los hay que sostienen que el Quijote se gestó mientras estuvo preso en Argel (1575/80), de ahí provenga el cautivo de los capítulos treinta y nueve al cuarenta y uno); hasta se barajan hipótesis como la de que Alonso fuera un cristiano libre allí (por rehusar de la fe). Este otoño llegó la película de Alejandro Amenábar, El cautivo (2025), donde se ficciona ese cautiverio, su posible relación homosexual con su captor. De allí otros apuntan que su segundo apellido, Saavedra, provenga de shaibedraa (en dialecto árabe/magrebí se pronuncia casi como en español y significa "brazo tullido o estropeado, manco").

  Sobre Argamasilla Azorín se preguntaba"¿Qué hay en el ambiente de este pueblo que haya hecho posible el nacimiento y desarrollo, precisamente aquí, de esta extraña, amada y dolorosa figura? ¿De qué suerte Argamasilla de Alba, y no otra cualquier villa manchega, ha podido ser la cuna del más ilustre, del más grande de los caballeros andantes?...". Indaga en documentos del siglo XVI, en los informes de la corte de Felipe IIuna epidemia dispersa una población primitiva llamada La Moraleja (1555), hasta el nuevo paraje de Argamasilla "pueblo andante", que también sufrirá plagas de langosta que destruirán cosechas: "Éste -dicen los vecinos informantes-, es pueblo enfermo, porque cerca de esta villa se suele derramar la madre del río Guadiana, y porque pasa por esta villa y hace remanso el agua, y detenimiento del agua salen muchos vapores que acuden al pueblo con el aire". De aquella "generación presa de hiperestesia nerviosa", apunta hacia un tal Rodrigo Pacheco, y de sus pleitos de hidalguía. Pero no abundará sobre el personaje hasta más adelante. El viajero irá tras esa imagen, en la iglesia de San Juan Bautista (s. XVI).

   Allí están esa mañana un grupo de mujeres que preparan el Rosario; está a las puertas la Semana Santa. Habrá dos horarios, uno para ellas y otro para los hombres que les permita acudir después del trabajo, además del último día el Vía Crucis.    

    
    Al salir del templo se conviven con los protagonistas del día a día en las calles, vecinos y vecinas en sus ocupaciones. Un multicolor uso de formas en el vestir y usos que delatan la nueva idiosincrasia del pueblo (una venezolana que pregunta por una Fundación para gestionar sus papeles; otra mujer con velo ante la puerta de la iglesia, viene de la compra; albañiles, de origen marroquí descargan materiales de su furgoneta).
 No muy lejos "el banco de Si no fuera" que llamara la atención de Rupert Croft-Cooke en De la mano de don Quijote. Un viaje a través de la España de ayer y de hoy (1976). Cinco ancianos de entonces, cada uno con sus desgastes, enfermedades y secuelas, se lamentaban un día tras otro de no poder afrontar el descanso al final de sus vidas, "si no fuera por mi nieta, si no fuera por la enfermedad de mi hijo...". Ha caído una nube. Los de hoy pasan un rato en el banco, al lado del Casino; sus quejas van por cuán encrespada está la política.

IV. "El ambiente de Argamasilla"

    "Cuanto tiempo hace que estoy en Argamasilla de Alba? ¿Dos, tres, cuatro, seis años? He perdido la noción del tiempo y la del espacio; ya no se me ocurre nada ni sé escribir.". El cronista de 1905 relata el diario en la posada de la Xantipa, entre gorriones, gallo, ruido de trébedes y fuego de sarmientos. Mercedes limpiando muebles, Gabriel a cortar sus paños "con sus tijeras pesadas de alfayate", mientras un gato se acaricia en los pantalones del escritor. Sale a la calle de "anchas y luminosas vías (...) poblados anchurosos, libres, espaciados, de la vieja gente castellana", de casas blancas, con las campanadas, graves, de hora en hora". De regreso a la casa pregunta a la dueña de la fonda, "¿Qué tal? ¿Cómo van esos duelos y quebrantos, señora Xantipa?". Ya en la mesa..., "Y yo yanto prosaicamente -como todos hacen- de esta sopa rojiza, azafranada...". Luego, un rato muerto al Casino.
    "El Casino está en la misma plaza; traspasáis los umbrales de un vetusto caserón; ascendéis por una escalerilla empinada; torcéis después a la derecha y entráis al cabo en un salón ancho, con las paredes pintadas de azul claro y el piso de madera". Allí están don Juan, don Antonio, don Luis y don Tomás. 
Hablan casi desganados, rutinarios, del precio del vino "a seis reales". Luego vuelta a la pensión. Después de la cena vuelta al Casino. Hasta que don Tomás asevera, tras "seis, ocho, diez minutos en silencio. -Si continúa este tiempo frío, se van a helar las viñas".
    El Casino de hoy cuenta con parroquianos que desayunan, toman el vermú, hablan del tiempo y atienden estupendamente al viajero. Le hablan del cine que fue, de las cartelas (aquellos fotogramas que mostraban escenas y levantaban expectativas para asistir a la proyección). 
    Uno recuerda con embeleso a Rosita Díaz Gimeno (Madrid, 1911-Nueva York, 1986, nuera del presidente republicano Juan Negrín), la "Sonrisa de la República"; de las primeras actrices del cine sonoro y películas como El genio alegre (1939, cuyo rodaje tuvo que suspenderse al comienzo de la guerra en el 36), Pepita Jiménez El último amor de Goya (ambas de 1945).
    Fuera, unos "ninots" dominan la plaza del Casino y llaman la atención del viajero. Recuerda que son los personajes de la serie televisiva infantil Don Quijote de la Mancha (Cruz Delgado y José Romagosa para TVE, 1979-1981), y que el escultor Oscar García realizaría en 2023.


V. "Los académicos de Argamasilla"

Epitafio de El monicongo,
académico de la Argamasilla.
    Al final de la primera parte del Quijote Cervantes introduce unos poemas cómicos, epitafios a la tumba del caballero andante, con firmas como el Monicongo, Cachidiablo, Tiquitoc, Paniaguado, Caprichoso y Burlador, atribuidos a supuestos Académicos de Argamasilla, en clara burla a las Academias de Madrid
    El nombre de Argamasilla como tal en aquellos epitafios de los Académicos, aunque no aclara si la de Alba o la de CalatravaCuriosamente, y por el contrario, en el apócrifo El Quijote (1614) de Alonso F. de Avellaneda -seudónimo todavía por desentrañar certeramente, y que forzara al propio Cervantes a sacar la segunda parte-, será Sancho quien referencie al pueblo y hará una detallada descripción del mismo. 
    Será en el capítulo VIII, ya en Zaragoza, y después de alguna "desventura", cuando el escudero hable de su origen en aquella localidad de la que los "escuchantes" no tienen noticia: "Oh cuerpo de quien me comadreó al nacer -dijo Sancho-. Un lugar es harto mejor que esta Zaragoza; ello es verdad que no tiene tantas torres como ésta; que no hay en mi lugar más de una sola; ni tiene esta tapia grande de tierra que la cerca al derredor; pero tiene las casas, ya que no son muchas, con lindísimos corrales, que caben en cada uno de dos mil cabezas de ganao; tenemos un lindísimo herrero que aguza las rejas que es para dar mil gracias a Dios. Agora cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviar al Toboso que no lo hay en mi lugar; tenemos también una iglesia que aunque es chica tiene muy lindo altar mayor, y otro de Nuestra Señora del Rosario con una madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un gran rosario alrededor, con los Padrenuestros de oro tan gordos como este puño; ello es verdad que no tenemos reloj; pero a fe que ha jurado el cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos riquísimos órganos". Pero éste, es ya otro Quijote...
    Desde 1984 existe la Asociación Cultural con tal nombre y organiza los "Juicios Literarios" en la casa/cueva Medrano, donde con tono humorístico se juzga a personalidades de la cultura. Con los "Académicos" de 1905 se "enfrentaría" Azorín con cierta ironía y al tiempo corrección: "Yo no he conocido jamás hombres más discretos, más amables, más sencillos que estos buenos hidalgos don Cándido, don Luis, don Francisco, don Juan Alfonso y don Carlos. Cervantes, al final de la primera parte de su libro, habla de los académicos de Argamasilla"La "Academia" se encontraba en la rebotica del licenciado don Carlos Gómez, y a "tertuliar" con don Cándido, clérigo, se va el periodista y le lanza: 
Inmueble actual de aquella "Rebotica.
"... si estoy dispuesto a creer firmemente que Cervantes era manchego y estuvo encerrado en Argamasilla, en cambio -perdonadme mi incredulidad- me resisto a secundar la idea de que Don Quijote vivió en este lugar manchego. Y entonces, cuando he acabado de exponer tímidamente, con toda cortesía, esta proposición, don Cándido me mira con ojos de un mayor espanto, de una más profunda estupefacción y grita extendiendo hacia mí los brazos: -¡No, no, por Dios! ¡No, no, señor Azorín! ¡Llévese usted a Cervantes; lléveselo usted en buena hora; pero déjenos usted a Don Quijote!".
    Y se lo dejó. Quizás por ello le alzaron su pedestal al luego ilustre estudioso de la inmortal obra.


VI. "Siluetas de Argamasilla"

"El ama y la sobrina de Don Quijote".
Fotos
 La ruta del Quijote, Azorín,
Edición de J.M. Martínez Cachero,
Cátedra, Madrid, 1998.
    Las ediciones segunda y tercera del libro La Ruta del Quijote contienen fotos propiedad del semanario Blanco y negro. Vecinos de Argamasilla son apelados como los personajes del Quijote (Fotos de la edición de 1912). Azorín describe a La Xantipa (... tiene unos ojos grandes, unos labios abultados y una barbilla aguda, puntiaguda; la Xantipa va vestida de negro y se apoya, toda encorvada, en un diminuto bastón blanco con una enorme vuelta...), y ya había contado la agitada vida que tuvo, ahora le muestra al periodista las escrituras para ver si tiene solución su temor a perder la fonda. 
    Luego está Juana María, la mujer que impacta al joven Azorín: "Juana María es delgada, esbelta; sus ojos son azules; su cara es ovalada, sus labios son rojos. ¿Es manchega Juana María? ¿Es de Argamasilla? ¿Es del Tomelloso? ¿Es de Puerto Lápiche? ¿Es de Herencia? Juana María es manchega castiza. Y cuando una mujer es manchega, como Juana María, tiene el espíritu más fino, más sutil, más discreto, más delicado que una mujer puede tener. (...) ¿Cómo, por qué misterio encontráis este espíritu aristocrático bajo las ropas y atavíos del campesino? (...) Lector: yo oigo, sugestionado, las palabras dulces melódicas, insinuantes, graves, sentenciosas, suavemente socarrona a ratos, de Juana María. Ésta es la mujer española". Años después María Lejárraga (La Rioja 1874-Buenos Aires 1974), periodista y escritora feminista, en la campaña a diputada por el PSOE en las elecciones republicanas, encuentra otros rostros, otros cuerpos en un pueblo manchego (pudiera ser cualquiera): "Primer pueblo manchego. Tampoco yo quiero acordarme de su nombre... Los que me esperaban estaban tan flacos como el Caballero inmortal… “A sufrir! ¡A penar! (...). Mujeres también flacas, envejecidas, rodeadas de chiquillos y críos en brazos, "... ¿quién sabe nunca si una mujer del campo castellano o andaluz tiene veinticinco años o dos siglos y medio? (...) Humildemente. Así iré por los campos que recorriera en busca de entuertos que desfacer el Loco inmortal…".
    Luego viene Don Rafael, "... habita en un caserón vetusto; él vive solo; él se acuesta temprano; él se levanta tarde. ¿Qué hace don Rafael? ¿En qué se ocupa? ¿Qué piensa? No me lo preguntéis; yo no lo sé. Detrás de su vieja mansión se extiende una huerta; esta huerta está algo abandonada; todas las huertas de Argamasilla están algo abandonadas. (...) Por esta huerta pasea un momento cuando se levanta, en las mañanas claras, don Rafael. Luego marcha al casino, tosiendo, alzándose el ancho cuello de su pelliza. Yo no sé si sabréis que en todos los casinos de pueblo existe un cuarto misterioso, pequeño, casi oscuro, donde el conserje arregla sus mixturas; a este cuarto acuden, y en él penetran, como de soslayo, como a cencerros tapados, como hierofantes que van a celebrar un rito oculto, tales o cuales caballeros, que sólo parecen con este objeto, presurosos, enigmáticos, por el casino...; tuvo antaño una brillante posición política; rodó por gobiernos civiles y por centros burocráticos; luego, de pronto, se metió en un caserón de Argamasilla. ¿No sentís una profunda atracción hacia estas voluntades que se han roto súbitamente, hacia estas vidas que se han parado, hacia estos espíritus que -como quería el filósofo Nietzsche- no han podido sobrepujarse a sí mismos?".
    Martín, "... que ha estado haciendo pleita sentado en una sillita terrera, me mira, puesto en pie, con sus ojuelos maliciosos, bailadores, y dice sonriendo: -Ya, ya; este señor es de los que ponen las cosas en leyenda. -Este señor -tornan a decirle- puede hacer que tú salgas en los papeles. (...) Conque este señor ¿puede hacer que Martín, sin salir de su casa, vaya muy largo? Y sonríe con una sonrisa imperceptible; mas esta sonrisa se agranda, se trueca en un gesto de sensualidad, de voluptuosidad, cuando al correr de nuestra charla tocamos en cosas atañaderas a los yantares. ¿Tenéis idea vosotros de lo que significa esta palabra mágica: galianos? Los galianos son pedacitos diminutos de torta que se cuecen en un espeso caldo, salteados con trozos de liebres o de pollos. Este manjar es el amor supremo de Martín; no puede concebirse que sobre el planeta haya quien los aderece mejor que él; pensar tal cosa sería un absurdo enorme. -Los galianos -dice sentenciosamente Martín-, se han de hacer en caldero; los que se hacen en sartén no valen nada. (...) Y Martín, gordezuelo, afeitado, tranquilo, jovial, con doce hijos, con treinta nietos, continúa en su patizuelo blanco, bajo la parra, haciendo pleita, todos los días, un año y otro.". Hoy es Juan quien trabaja la pleita. Este exguardia civil, que naciera por la Laguna Blanca, doblega el esparto y al queso le saca el "cuajo". En su tiempo también labraba surcos "que parecían hechos con cartabón". Ahora lo cuenta a su nieto, también Martín, al que recoge de la escuela y lo acerca a este campo pletórico de vida. No quiere que se pierda todo lo que le sacó a la vida.

VII. "La Primera salida"

    Miguel, el confitero de Alcázar de San Juan, tiene preparado su "diminuto y destartalado carro" del que tira "una jaquita microscópica". Se madruga, y a las siete están de camino. El periodista se sorprende ante "centenares y centenares de surcos, rectos, interminables, simétricos": "Esto -me dice Miguel- es liego; un año se hace la barbechera y otro se siembra. Liego vale tanto como eriazo; un año las tierras son sembradas; otro año se dejan sin labrar; otro año se labran -y es lo que lleva el nombre de barbecho-, otro año se vuelven a sembrar. Así una tercera parte de la tierra, en esta extensión inmensa de La Mancha, es sólo utilizada".
    Luego, horas que pasan lentamente, con el horizonte interminable. Por estos parajes pasó don Alonso Quijano el bueno a horcajadas de Rocinante, entre salvia, romero y tomillo, amén de sinfonías de cuclillos, "... ahora es cuando comprendemos como su espíritu, sin trabas, libre, había de volar frenético por las regiones del ensueño y de la quimera"; y también inocente creído que había evitado la paliza a Andresillo, ignorante de que Juan Haldudo vapuleaba de nuevo al joven atado a una encina (Cap. IV, primera parte). Al viajero le sobrevienen tantas mentiras de los poderosos, de las treguas y paces falsas en las guerras como Ucrania y Yemen, o el genocidio israelí sobre el pueblo palestino... 

VIII. "La Venta de Puerto Lápiche"

   Azorín y su "portador" Miguel duermen en el mesón de Higinio Mascaraque en Puerto Lápiche (ahora Lápice). Allí está, a las seis de la mañana, Andrea "vieja criada" barriendo la cocina, comienza el día "trajinandillo". El viajero actual llega sobre un par de horas más tarde, ciento y pico años después, y es una joven la que está barriendo los soportales del Ayuntamiento donde está la estatua de Cervantes sentado en su escritorio. Con sonrisa franca y hermosa dicta cuatro lugares que no hay que perderse, como el alto de los molinos, y dónde comer lo que da la tierra. Es mi "Andrea" azarosa y maga de la hospitalidad que barre las ligeras penurias del ensueño, y del camino. 
    Están abriendo el estanco, cerca de la casa "Queques" y al lado la 8Bis, antigua posada en este camino de rutas de carreteros. El cronista de El Imparcial se dirigió con Juan Antonio,  el único médico de la zona entonces, al solar donde veló armas una noche entera el hidalgo antes de ser caballero. Azorín le pregunta si existió realmente la venta, y este le contesta que sí, que los más viejos de la localidad se lo confirmaron. Todo lo ha escrito a mano en un cuaderno, que luego lleva los domingos al casino para leérselo a los contertulios (hoy la venta está rodeada de casas). En el bar de enfrente un joven, con perro galgo, comenta jocoso cómo pagará una hipoteca de diez años por una casa de cuatrocientos metros cuadrados, mientras un amigo en la capital tardará treinta años por un piso de cincuenta metros. En la iglesia una mujer se acerca para rezar por su marido que ayer cogió un virus en el quirófano durante una intervención. Es el día a día, la vida que no para.

IX. "Camino de Ruidera"

    "Hemos salido a las ocho de Argamasilla; la llanura es la misma llanura yerma, parda, desolada, que atraviesa para ir a los altos de Puerto Lápiche; más hay, por este extremo de la campiña, como alegrándola a trechos, acá y allá, macizos de esbeltos álamos, grandes chopos, que destacan confusamente, como velados, en el ambiente turbio de la mañana. Por esta misma parte por donde yo acabo de partir de la villa, hacía sus salidas el Caballero de la Triste Figura". No muy lejos, una silueta está sarmenteando. No es la moza de dieciocho años, "con la falda arrezagada, cubriendo sus piernas con unos pantalones hombrunos", vecina de Miguel, el viejo carretero que transporta al cronista. Hoy, un marzo nubloso de 2025 ya no madrugamos,  y al acercarnos al primer humano que trasiega estos campos, vemos que es un hombre de rasgos toscos, parco a las llamadas del viajero cuando le pregunta cómo va la tarea, lleva el temor a que le busquen los papeles. Al lado, en la larga llanura se abre un decorado de la también universal novela del clérigo irlandés Jonathan SwiftLos viajes de Gulliver (1726). Tubos largos y enormes de la traída de agua del pantano parecen los nervios del gigante Gulliver, mientras minúsculas siluetas liliputienses se dispersan aplicándole inyecciones con enormes jeringas a su cuerpo terrero. ¡Cómo se reiría del viajero aquel irónico y crítico clérigo cuando nos viera acercarnos a estas "hormigas", plantadoras de cebollas! Amigable, sin perder de vista el tajo, cuenta el capataz cómo están tres meses de temporada intensiva de plantación, de sol a sol. Desde Córdoba a Murcia, Albacete, y ahora Ciudad Real, para terminar en Zaragoza y volver a su continente, por tierras hispanas (pronto saldrán las primeras hojitas verdes; Castilla La Mancha es la primera productora del país, potencia mundial). Cosas veredes y aprendieres; como dijera el tocayo Cervantes "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". 
    Volviendo a los pensamientos del narrador del viaje de 1905: "( ...) Ya sabéis que don Alonso Quijano, El Bueno, dice que era hidalgo don Rodrigo Pacheco. ¿Qué vida misteriosa, tremenda, fue la de este Pacheco? ¿Qué tormentas y desvaríos conmoverán su ánimo? (...) Hoy, en la iglesia de Argamasilla, puede verse un lienzo patinoso, desconchado; en él, a la luz de un cirio que ilumina la sombría capilla, se distinguen unos ojos hundidos, espirituales, dolorosos, y una frente ancha, pensativa, y unos labios finos, sensuales, y una barba rubia, espesa, acabada en punta aguda"con una leyenda del voto a la Virgen por, "haberle librado de una gran frialdad que se le cuajó dentro del cerebro", apunta en la crónica camino de las Lagunas de Ruidera). El lienzo, de 1601, se encuentra en la capilla de la Virgen de la Caridad. Azorín asegura, como tantos antes y después, que Alonso Quijano es el hidalgo Pacheco. Pero, a la muerte del personaje, su autor, quizás también para dejarse querer, abrió la duda: "En fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenerle por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero" (Segunda parte, cap. LXXIV). El investigador J. Escudero asegura, en Las otras vidas del Quijote (Ediciones B, 2022), que el referente fuera Alonso Manuel de Ludeña, hidalgo y vecino de Esquivias (Toledo), donde Cervantes contrajo nupcias con Catalina de Salazar y Palacios, y donde pasara breves estancias.    
    Camino de las lagunas es parada obligada el Castillo de Peñarroya. Cuenta la leyenda que tras el sitio a los árabes por los cristianos, hasta 1198, un prisionero pidió al señor Alonso Pérez de Sanabria salvar su vida por acceder a un tesoro muy bien guardado. Era la imagen de la Virgen de Peñarroya que, desde entonces, se dice, no ha abandonado el altar de la capilla. Allí Azorín se cruzó con "... una viejecita menuda, fuerte como estos muros, rojiza como estos muros, es la que guarda el secular castillo y pone aceite en la lámpara de la iglesia.". 
    Aquella viejecita recordaba que los ingleses se subían como cabras por las murallas, por todas partes. Luego don José Antonio, en la venta de Puerto Lápiche le aseguraba que aquellos "se llevan los bolsillos llenos de piedras". Y es que de largo le viene al galgo con las "piedras" de Egipto. 
    Hoy el guarda es un hombre de mediana edad, que pasa muchas horas en una pequeña habitación adosada a la muralla, es un recoveco; vende refrescos y chucherías. Es muy afable, y está preocupado porque ve que la ermita se está cayendo, que la historia y estos monumentos debieran cuidarse más. Cuenta como se obnubila cuando pasea con su mujer por las lagunas; es su tierra, la ama. 
    La carreta de Miguel no se apartaba del hondo cauce del Guadiana. Hasta que Azorín exclama: "Y en este punto, en nuestro andar incesante, descubrimos los más estupendo, lo más extraordinario, lo más memorable y grandioso de este viaje", al lado de una casilla, un batán "mudo, envejecido, arruinado. (...). Y delante, cuatro, seis, ocho robustos, enormes mazos de madera descansan inmóviles en espaciosas y recias cajas. Y un espumeante de agua cae, rumoroso, estrepitoso, en la honda fosa donde la enorme rueda que hace andar los batanes permanece callada". Pero no, no es cierto, no existió tal batán, al menos en las inmediaciones de las Lagunas. Dos periodistas, J. Larreta y F. Prieto de la redacción del diario La Región en Valdepeñas realizaron "La vuelta a pie por la Mancha" en 1923, y en su texto recalcan "La ruta no fue ruta" pues, el batán referido por Azorín, y otros, están en Villacenteno. ¡Qué golpe al momento más estelar del viaje del levantino!

X. "La cueva de Montesinos"

   "... En Ruidera, después de veintiocho horas de carro, he descansado un momento; luego, venida la mañana, aún velado el cielo por los celajes de la aurora, hemos salido para la cueva de Montesinos. Cervantes dice que de la aldea a la cueva median dos leguas; ésta es la cifra exacta. (...) Llevamos ya una hora caminando a lomos de rocines infames... - Estas sendas -me dice el guía- son sendas perdiceras, y hay que sacarlas por conjetura. (...) En la Mancha, "una tirada" son seis u ocho kilómetros; "estar cerca" equivale a estar a una distancia de dos kilómetros; "estar muy cerca" vale tanto como expresar que aún nos queda por recorrer un kilómetro largo"
   Azorín se centra en la empresa de Don Quijote bajando a la sima. ¿Por qué no entrar donde él entrara, y leer algunos de los nombres en la piedra que esculpieron "a punta de navaja y en trozos desiguales (...) para recuerdo eterno. "Miguel Yáñez, 1854", "Enrique Alcázar, 1851"...". El cronista y su guía no necesitan la cuerda con la que bajaron al hidalgo: "La atmósfera es densa, pesada; se oye de rato en rato, en el silencio, un gotear pausado, lento, de aguas que caen del techo. (...) Y aquí, en estas aguas que reposan eternamente, en las tinieblas, lejos de los cielos azules, lejos de las nubes amigas de los estanques, lejos de los menudos lechos de piedras blancas que se miran en las corrientes; aquí, en estas aguas torvas, condenadas, está toda sugestión, toda la poesía inquietadora de esta cueva de Montesinos...". 
    Y aquí el viajero del siglo XXI no añade nada. Ha venido solo. No hay nadie y el monte parece todavía dormido. Ha bajado a la cueva hasta donde hoy se cierra con rejas. 
Escucha el silencio y las gotas cayendo sobre la roca, la voz dormida del hidalgo contando sus visiones, "... Luengos tiempos ha, valeroso caballero don Quijote de la Mancha, que los que estamos en estas soledades encantados esperamos verte, para que des noticia al mundo de lo que encierra y cubre la profunda cueva por donde has entrado, llamada la cueva de Montesinos (...) "Ven conmigo, señor clarísimo, que te quiero mostrar las maravillas que este transparente alcázar solapa, de quien yo soy alcaide y guarda mayor perpetua, porque soy el mismo Montesinos, de quien la cueva toma nombre". Apenas me dijo que era Montesinos, cuando le pregunté si fue verdad lo que en el mundo de acá arriba se contaba, que él había sacado de la mitad del pecho, con una pequeña daga, el corazón de su grande amigo Durandarte y llevádole a la señora Belerma, como él se lo mandó al punto de su muerte. Respondióme que en todo decían verdad, sino en la daga, porque no fue daga, ni pequeña, sino un puñal buido...". 
    Así hasta terminar lo que su autor puso en los labios de ambos, mientras digería el lomo preparado a la mañana en Argamasilla, mojado por un "Casa Quemada", y el capítulo tomó forma al sentir en el aire fluir a los personajes encantados por la cueva, con lo que fuera también para nos, "la más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto ni pasado". No se la pierda el lector de estas líneas, si todavía no lo ha hecho.


    "Los molinitos de Criptana andan y andan. ¡Sacramento! ¡Tránsito! ¡María Jesús! (...) He llegado a Criptana hace dos horas; a lo lejos, desde la ventanilla del tren, yo miraba la ciudad blanca, enorme, asentada en una ladera, iluminada por los resplandores rojos, sangrientos, del crepúsculo. Los molinos en lo alto de la colina, movían lentamente sus aspas; la llanura bermeja, monótona rasa, se extendía abajo...".     Ya no quedan tantos molinos como los que viera también el ruso V. I. Nemirovich-Dánchenko unos años antes: "... hasta trescientos molinos y los habitantes de Campo de Criptana tan orgullosos de su 'Sierra', aseguran que precisamente con estos molinos peleó el último de los caballeros manchegos (...) Aquí a nadie se le puede desengañar asegurando que nunca existió ese caballero. No sólo los alcaldes, sino los campesinos humildes cuentan sus hazañas".
    Azorín describe corrales manchegos, casas blanqueadas y una fonda con resplandores de luz que "echan muy tarde", que iluminaban una "carita ovalada", "como en una figura de Rembrandt", "con una barbilla suave, fina, con unos ojos rasgados y unos labios menudos". Es la moza que le adentra por un laberinto de patio, pasillos, habitaciones de "dentro", cuartos angostos, hasta el suyo. Allí abre el Quijote y le lee, a la luz de una vela: "En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo...". 
Molinos de viento, Campo de Criptana (2025).
    Más adelante se refiere a Richard Ford y su Handbook for travellers in Spain, donde narra que los primeros se implantaron allá por 1575, según recoge Jerónimo Cardano en De rerum varietate (1580). Aquella crónica la termina Azorín en las tripas de uno de aquellos: "... Javier ha trepado por los travesaños de las aspas de su molino y ha ido extendiendo las velas; sopla un viento furioso, desatado; las cuatro velas han quedado tendidas. Ya marchan lentamente las aspas, ya marchan rápidas. Dentro, la torrecilla consta de tres reducidos pisos: en el bajo se hallan los sacos de trigo, en el principal es donde cae la harina por una canal ancha; en el último es donde rueda la piedra sobre la piedra y se deshace el grano. Y hay aquí en este piso unas ventanillas minúsculas, por las que se atalaya el paisaje...". 
    Y aquí no cabe añadir ni una coma, al viajero de este siglo se le "erizan" los vellos al recordar su primera molienda, y aquel molino remando al viento.

XII. "Los Sanchos de Criptana"

    Azorín se despierta sobresaltado por el estrépito de "roncas bocinas, golpazos en las puertas, pasos precipitados". Son "un numeroso tropel de hidalgos que grita, ríe, salta, gesticula y toca unos enormes caracoles que atruenan con estentóreos alaridos la casa toda. (...) nosotros somos los Sancho Panza de Criptana; nosotros venimos a incautarnos de su persona". Aquí se sienten "hermanos" del práctico y terrenal personaje, pleno de lógica humana. En la calle una "larga ringlera de tartanas, galeras, carros, asnos cargados con hacecillos de hornija, con sartenes y cuernos enormes llenos de aceite...". Es una romería hasta la ermita del Cristo de Villajos... Azorín se diluye entre los cantos del himno a la gloria de Cervantes y la cordialidad de los "Sanchos" don Bernardo, don Pedro, don Victoriano, don Antonio, don Jerónimo...
    Al viajero de este siglo lo recibe Paula en la casa de comidas cercana a los molinos de lo alto del pueblo, mostrándole las pastitas de anís mientras Encarna, la cocinera, habla por wasap con su hija. Encarna tiene tres nietos, y se los van a traer después del colegio, vamos que encantada, aunque ya comienzan a pesarle los años, no se ve con la fuerza de antaño; ha hecho "duelos y quebrantos" que "no se los salta un galgo" como dicen por aquí, chorizo panceta huevos: luego insiste que dejemos una reseña en internet. Los tiempos cambian. El restaurante tiene una ventana enrejada que da al pueblo, se ve al fondo un molino sobre una minúscula joroba de tierra que surge en mitad del pueblo. No queda nadie en el comedor, y al viajero le llega el momento de una siesta en casa de la "abuela". Antes echa un penúltimo vistazo a un artículo firmado por "Sepúlveda" en el semanal La Lectura Dominical (6/5/ 1905, Año XII, núm. 592), en el que marca la ruta del hidalgo y su escudero desde Argamasilla, hacia Campo de Criptana y de aquí hacia El Toboso (detallando el puente de San Benito a la venida y el camino que parte desde la Sierra de los Molinos, atravesando el Balcón de Pilatos, y pasando "efectivamente como dice el texto, pasa junto a la casa de los Miradores"). Pues hacia El Toboso se encaminará, después del sueño, el viajero.

XIII. "En el Toboso"
     
    De Criptana a El Toboso Azorín pinta la llanura ondulada, suave, roja, amarillenta, gris, imperceptibles verdes, entre urracas y anchurosos bancales, "por un extenso espacio de sembradura, en que el alcacel apenas asoma, camina un par de mulas, y un gañán guía el arado a lo largo de los surcos interminables. -¿Qué están haciendo aquí?- preguntáis un poco extrañados de que se destroce esta suerte de siembra. -Están rejacando -se os contesta naturalmente. Rejacar vale tanto como meter el arado por el espacio abierto entre surco y surco con el fin de desarraigar las hierbezuelas. -¿Pero no estropean la siembra? -tornáis a preguntar-. ¿No patean y estrujan con sus pies los aradores y las mulas los tallos tiernos? El carretero con quien vais sonríe ligeramente de vuestra ingenuidad; (...) -¡Ca! -exclama este labriego-. ¡La siembra en este tiempo contra más se pise es mejor!". 
    Cuando llegan a la plaza en aquel 1905,
"un anchuroso espacio solitario; a una banda destaca la iglesia, fuerte, inconmovible, sobre las ruinas del poblado; a su izquierda se ven los muros en pedazos de un caserón solariego; a la derecha una ermita agrietada, caduca, y un largo tapial desportillado. Ha ido cayendo la tarde".
El viajero llega bajo una fina lluvia que lava tejados, torres, empedrado... Brillan los faroles y el silencio hace único un escenario restaurado, bello, frente a lo que hemos leído hace un momento. Hasta Dulcinea parece que va a bajarse de la roca que la alza y se va a poner a danzar de un momento a otro. No nos preguntamos, como aquel cronista, si esta Aldonza Zarco de Morales tuvo casa aquí, "Sancho, hijo, guía al palacio de Dulcinea, que quizá podrá ser que la hallemos despierta", decía a su escudero don Alonso, entrando en el Toboso a medianoche".
    El viajero se cruza con un grupo de mayores con guitarras que salía de la biblioteca -quizás la bibliotecaria fuera otra Aldonza-, y pocos metros más allá, 
sobre la fachada del número 7, con la cita legendaria "Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho". Aparece Manuel, "Manolo" para la parroquia de su barbería/peluquería. Cuenta como la montara su abuelo, también Manuel, alrededor de 1880, al que siguió Víctor Manuel, su padre, (que murió hace ocho años, llevándose las calamidades de después de la guerra y de cómo lo mandó el suyo a Madrid para aprender la profesión; el hijo de Manolo, también Víctor Manuel, ya no seguirá con la tradición, son otros tiempos). 

XIV. "Los miguelistas del Toboso"

Grabado de 1780. M. S. Carmona, 
sobre dibujo de J. del Castillo.
Atribuido a Alonso del Arco,
copia de un original
de Jáuregui o Pacheco,
regalado a la Academia
por el conde del Águila. Wikipedia.
    
¿Por qué no he de daros la extraña, la inaudita noticia? En todas partes del planeta el autor del Quijote es Miguel de Cervantes Saavedra; en El Toboso es sencillamente Miguel. Todos le tratan con suma cordialidad; todos se hacen la ilusión de que han conocido a la familia. -Yo, señor Azorín -me dice don Silverio-, llego a creer que he conocido al padre de Miguel, al abuelo, a los hermanos y a los tíos. (...) Los académicos, hace años, no sé cuántos, decidieron que Cervantes fuese de Alcalá y no de Alcázar; desde entonces, poco a poco, entre los viejos hidalgos manchegos ha ido formándose un enojo, una ojeriza, una ira contra los académicos.". 
Hoy es moneda corriente que los pueblos entren en disputa por ganar un pedazo del mercado del turismo, ese enjambre díscolo que va "matando" la esencia de villas y ciudades hermosas, que casi, literalmente, a muchas les deja sin sus espacios comunes y, a veces sin hogares. En esa lucha por una hogaza de la historia, ya al poco de hacerse famoso el Quijote un tal Melchor, de Tarancón, (1538-1621), franciscano, miembro de la observancia regular, que sitúan en el convento de Huete, en sus Discursos predicables (1601/05) dejó caer tal invento con el fin de atraer fieles al templo. Continuaron, y siguen con el tema, Alcázar de San Juan (Ciudad Real), Esquivias (Toledo), Lucena (Córdoba), Sevilla, Madrid, Toledo, Sanabria (León), Consuegra (Toledo), Lugo... Incluso en aquel Cuarto Centenario un historiador publicó que don Miguel nació en La Paz (Bolivia).

XV. "La exaltación española"

    "Quiero echar la llave, en la capital geográfica de La Mancha, a mis correrías. ¿Habrá otro pueblo, aparte de este, más castizo, más manchego, más típico, donde más íntimamente se comprenda y se sienta la alucinación de estas campiñas rasas, el vivir doloroso y resignado de estos buenos labriegos, la monotonía y la desesperación de las horas que pasan y pasan lentas, eternas, en un ambiente de tristeza, de soledad y de inacción? Las calles son anchas, espaciosas, desmesuradas; las casas son bajas, de un color grisáceo, terroso, cárdeno; mientras escribo estas líneas, el cielo está anubarrado, plomizo; sopla, ruge, brama un vendaval furioso, helado; por las anchas vías desiertas vuelan impetuosas polvaredas; oigo que unas campanas tocan con toques desgarrados, plañideros, a lo lejos; apenas si de tarde en tarde transcurre por las calles un labriego enfundado en su traje pardo o una mujer vestida de negro, con las ropas a la cabeza, asomando entre los pliegues su cara lívida; los chapiteles plomizos y los muros rojos de una iglesia vetusta cierran el fondo de una plaza ancha, desierta...". Azorín traza estas líneas para evocar una atmósfera que despliega luego en historias, desvaríos, ensueños, imaginaciones que podrían volar con el viento de vendaval cualquier noche, en cualquiera de los pueblos colindantes, Manzanares, Argamasilla, Tomelloso...: "... ¿Qué me decís de esta exaltada fantasía manchega? (...) ¿No es esta la patria del gran ensoñador don Alonso Quijano? ¿No está en este pueblo compendiada la historia eterna de la tierra española? ¿No es esto la fantasía loca, irrazonada e impetuosa que rompe de pronto la inacción para caer otra vez estérilmente en el marasmo? (...) ... que tan indispensables son para la realización de todas las grandes y generosas empresas humanas, y sin las cuales los pueblos y los individuos fatalmente van a la decadencia...". La decadencia, que tanto resaltó Ramiro de Maeztu (1874-1936), intelectual y uno de los principales ideólogos del franquismo, en su "España cansada", en Hacia otra España (1899) y con la imagen del Quijote: "En los individuos la decadencia es anuncio de muerte. En los pueblos no necesita serlo, sino de una situación nueva, de un período de reposo, de una pérdida de la iniciativa histórica, en la que, a cambio de padecer por algún tiempo el rango, se vuelve a crear otro ideal y la energía con que mantenerlo"para ahondar en el fracaso del avance español en la expansión del cristianismo y de la participación en la política europea. Desde fuera, el escritor mexicano Carlos Fuentes (1928-2012), contrario a los fascismos, Cervantes o la crítica de la lectura (1976) analiza el contexto, indispensable para conocer y entender el Quijote; ahonda en la ortodoxia medieval a la España contrarreformista, y tres fechas claves que pudieron influir en Cervantes: 1492, descubrimiento de América, publicación de la Gramática de Nebrija, pero también de la expulsión de los moriscos, imponiendo la «pureza de sangre» hacia la unidad del reino. 1521, y derrota de los comuneros en Villalar, contra los abusos del poder; 1598, muerte de Felipe, con España sumida en una profunda crisis económica. Fuentes les da un significado común: la explicitación de la intolerancia y de la destrucción de "las tendencias pluralistas y democráticas de la España medieval en tránsito hacia la modernidad". Opina que Cervantes rompió con un lenguaje y estructuras monolíticas en la literatura: "[...] Cervantes fue capaz de ir más allá de la consagración del puro pasado y de la consagración del puro presente a fin de plantearse el problema de la fusión de pasado y presente. La naturaleza ambigua de esta fusión convierte a la novela en un proyecto crítico".
    Estamos cerca de Tomelloso y hacia allí 
enfilamos los pasos. Esta localidad ya la había mencionado Azorín al preguntarse si pudiera ser de allí la bella Juana María. Hoy conocemos a 
Milagros, en la Posada, al lado del Ayuntamiento. Casada con un fotógrafo de tauromaquia; y precisamente una exposición del tema llena las estancias. Milagros hizo teatro y conoció a Charo López en el Corral de Comedias en Alcalá de Henares (vuelven a unirse cunas y paisajes del Quijote). Muy cerca, en el Mercado de Abastos, un heladero cuenta que recaló en plena Mancha desde Ibi (Alicante). La industria del juguete cayó por los plásticos chinos, así que se vino aquí a probar la venta de helados, y aquí "refresca" tomelloseros/as, durante todo el año.
    Las calles de Tomelloso suenan a pasos del investigador más famoso del país, Plinio, creado por un literato que ya fuera Premio nacional y de la Crítica, Francisco García Pavón (1919-1989), a flamenco escaneado y enaltecido a cátedra de Félix Grande (1937-2014) y a pintura que te empuja hasta el museo Antonio López Torres (1902-1987) tío del mundialmente famoso Antonio López García (1936-).
Jugando a las bolas (1946).
Museo A. López Torres. Tomelloso.
Allí en la sala se circula entre estudios y monumentales cuadros del primero, con un amor y delicadeza en la luz que roza extremos. Es tarde y una mujer se para para escudriñar cada pincelada, de un hogar, un lagar, cualquier rincón de su tierra, la que ve y pisa cada día (hasta pudieran estar los rostros de sus antepasados).
    Y allí, entre un mar de cepas, los típicos Bombos, que irán susurrándonos historias de soledades, de tiempos no tan remotos, de vidas en estos campos de sangre en las vides del casi final de la Ruta, de la vida.
Bombo de Tomelloso.
Fondo CECLM.

Bombo cerca de Pinilla(1965)
A. López Torres.
Museo del pintor en Tomelloso.

Bombo (2014)Irene Delgado.








La carretera nos lleva hasta Alcázar de San Juan, al que el ruso Dánchenko vio muy escuálidos, a finales del siglo XIX. De los habitantes de Alcázar, que se cuantificaban alrededor de ocho mil quinientos, "...parecen tan enfermos, tan delgados que no se puede comprender quien trabaja aquí. Sin embargo, en la ciudad hay varias fábricas: una de ellas, la de chocolate, tiene fama. (...) Por cierto si van a Alcázar de San Juan no se olviden de visitar a su alcalde José Mercader. Tiene una galería de pintura; no he visto nada más curioso que esa galería...".
    Lo más llamativo para el viajero al vislumbra Alcázar, amén de sus molinos, son los restos de un torreón de un palacio almohade (s. XIII), luego aprovechado para palacio de los Grandes Priores de Castilla y León de la Orden de San Juan (alberga ahora un Espacio Museográfico sobre los Caballeros Hospitalarios). Junto con el torreón, se conservan restos de muralla y el torreón "El Cubillo". "Chule", el guía, cuenta como de niño tenía problemas de redacción, con las subordinadas, y de expresión y le mandaban copiar los textos de Azorín. Ahora lleva años cumplido su sueño de trabajar aquí, tanto que a aquel profesor del Instituto le agradece la trayectoria de su vida, y se lo dijo cuando pasa por aquí.
    Hoy Alcázar de San Juan también está lluvioso, pero es un pueblo muy cuidado, suenan campanas, pero también cantos de otras religiones, las mujeres llevan otros velos de variados colores...    
    Alcázar también tiene su acta de bautismo de Cervantes. Hasta cambió de nombre durante un tiempo (en el pasado siglo XX, Alcázar de Cervantes). Hoy está preparando su Sociedad Cervantina un dossier para que declarar el legado de Don Quijote y Sancho Panza como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. La batalla por poseer un trozo de los restos, la vida, la esencia de los que hicieron historia, nos acompaña en cualquier punto del mundo.
    Daniel Eisenberg (Nueva York, 1946), el hispanista y cervantista americano, buen conocedor de los entresijos literarios y editoriales, nos habla en "Invenciones y escándalos cívicos en el cervantismo oficial", revista Convivio, del Centro Virtual Cervantes, de la inmensa iconografía, monumentos, recreaciones turísticas y las mentiras de tantas casas y lugares por donde pasaron o vivieron autor, familia, personajes y desaciertos sobre el Quijote, intereses económicos y falsedades..., para concluir: "En fin, las conmemoraciones cervantinas de 1905 y 1947 desaparecieron como las flores del campo. Se conservan estatuas, pero ¿a quiénes les importan las estatuas de Don Quijote y Sancho, en Madrid, El Toboso o quién sabe qué parte? Lo que queda, lo importante, lo influyente, son los proyectos editoriales. El mismo Cervantes, otra vez, nos lo dice. Don Quijote habla de una persona, pero se aplica igualmente a una entidad política: «Una de las cosas que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije con buen nombre, porque, siendo al contrario, ninguna muerte se le igualará.".
    Otro americano, John Dos Passos (Chicago 1986-Baltimore
 1970), visitaría España en 1916, y en 1922 publica Rosinante to the road again (Rocinante vuelve al camino), mitad novela, mitad ensayo, en una ruta a pie desde Madrid a Toledo. Se cruza con taberneros, viajantes de comercio, arrieros, y entran personajes célebres como Pastora Imperio, Blasco Ibáñez, Galdós, o Valle-Inclán. Ve algo en la realidad española que le hace presagiar que algo no marcha bien. Ve la pujanza de los nacionalismos, la inserción de Cataluña en España, o el poco peso de los intelectuales, la ve como la patria clásica del anarquista, de una alta meseta inculta. Ve en el pueblo la única forma de cohesión social que realmente tiene raíces en lo pasado… Retrata a un país antes de que la guerra civil lo devastara, un país que, según Hemingway, era el mejor del mundo. No andaba muy lejos una Dictadura militar bajo una Monarquía que cayera para venir una República y un inmediato golpe de estado que dilo lugar a la guerra civil. Azorín la vivió un corto exilio en París para luego dedicarse a la literatura y la historia y hacerse querer por el franquismo (íntimo de Serrano Súñer, había dejado atrás su republicanismo conservador). Escribió miles de artículos y fue miembro de la Real Academia de la Lengua. Pasó a ser intelectual reconocido y lideró generaciones de escritores y estudiosos de la inmortal obra.
    El viajero, al iniciar la vuelta a casa lo primero que escucha en el dial del coche, Radio3, es que el Doomsday Clock, "Reloj del Apocalipsis o del Juicio Final", un reloj simbólico de un grupo de científicos de la Universidad de Chicago (EEUU) creado en 1947, que quedan 89 segundos para la "medianoche", el caos final, debido a las amenazas de guerra nuclear, ahora sumados el cambio climático y las nuevas ciencias y nanotecnología que pueden incidir, e infligir, destrucciones o daños inimaginables (sigue la guerra de Ucrania, Palestina cuenta con una falsa paz, con muertos cada día, por un Trump que busca un Nobel mientras destruye  derechos humanos, se amotina frente a la democracia y diplomacia en el mundo...). 
   
Por si acaso, el viajero, se puede añadir algo más al universo del Quijote, se pasa por la "Fundación Antonio Pérez en Huete" (Cuenca), donde un amigo, el fotógrafo Vicente López Tofiño comisaría la exposición
Tradición y fiesta en la tierra de Cervantes. Las imágenes recogen la esencia del folclore de la tierra cervantina y de los mensajes que guarda la obra radiografiados en reminiscencias de tradiciones seculares. No defrauda, sorprende el ingenio, la representación y potencia de las fotografías de  C. García Rodero, C. González Ximénez, C. Alemán, Martín-Benito, B. Román, y "robamos" una, la que sirve para traer a Cide Hamete, hijo del ciervo, de Andrés Marín, que se nos acerca y quema como si tuviera "vida". 
    
Unas horas más tarde coincide personalmente en el Quijote Photo Fest en Alcalá donde impactan las fotografías de David Arribas "Jaula y vacío", sobre la vida de quienes padecen las enfermedades crónicas alimentarias y el suicido (temas que se ocultan a la sociedad que desconoce que en España se produce una media de doce suicidios y más de doscientos intentos cada día, mientras OpenAI reconoce que al menos un millón de usuarios consultan el tema cada semana). 
    Así cierra el círculo de su Ruta el viajero, con la realidad cruda, donde la fantasía se arredra ante el sufrimiento.
Cervantes, por Juan de Jáuregui, 
referenciado en sus Novelas Ejemplares.
Sin poder aseverar ni retratado, ni pintor.
    Como dice mi amigo Vicente A. Serrano, y con mucha carga de razón: "Siempre me resultaron significativos y desoladores los últimos versos de un poema de León Felipe: «Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar…/ Va cargado de amargura… / va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.» Tal vez porque irremediablemente los tengo asociados a la más triste de todas las historias, aquella que –como escribió Gil de Biedma– terminó mal.". Azorín, creemos, reequilibra esa amargura con que el espíritu quijotesco es inmortal, y destaca que lo que queda de su personaje no es su derrota, sino su nobleza. 
    En los días pasados con las gentes de la Mancha, y por aquellos rincones donde el cronista de 1905 siguió la La ruta de don Quijote, releyendo la obra inmortal, y hasta su apócrifa, hemos percibido que cada cual interioriza y sigue su particular "Ruta", su íntima visión del universo cervantino según el momento vital con el que se enfrenta a sus páginas (Galdós dijo que es el libro que expresa con más perfección las grandezas y debilidades humanas). En muchos momentos nos hemos visto reflejados en cualquiera de las mil semblanzas que la habitan, de tantos personajes abiertos en canal por Miguel de Cervantes Saavedra.