Miradas
El Viaje a la Alcarria de Cela,
setenta y cinco años después, en Vespa (..., y II)
Soledad, en una tierra que lucha por no quedarse vacía
Desde Brihuega, la carretera a Cifuentes corre a la par del río Tajuña a la derecha entre una arboleda incesante (Tajuña, piensa, la calle toledana donde Sagrario e Ignacio cuidaran el primer hijo del motero, aquel niño que estiraba del periódico y los libros para que jugase con él). Cuando, de pronto, surge “La Jungla”; un diminuto paraíso con un estanque, una pequeña cascada, y ruedas de bicicleta, muñecas de plástico y trapo sobre las sillas, y materiales reciclados, engarzados a la naturaleza, como abandonados hace un instante, con urgencia. Siente el viajero que le están observando, sus okupas, desde una casucha en lo alto; una cuerda y una caja delatan que subían, o suben, hasta allí, alimentos, herramientas..., tirando. Cansinamente se adormila entre chicharras y trinos.
Masegoso.Tropas republicanas, 1937. |
Saliendo de la ruta, buscamos Moranchel, por sus pinturas murales, trampantojos y grafitis en un pueblo de menos de cuarenta habitantes que lo hacen lienzo. Una mujer, amablemente explica los que más le gustan, que son todos. Como en tantos pueblos pasados, en el Ayuntamiento se pueden leer los días de consulta médica y los bandos sobre el protocolo frente a la pandemia del Covid. Casas vacías y cerradas a cal y canto. El mal es mejor llevarlo en la capital, el centro médico está más a mano.
Cifuentes
Es la última recta, antes de entrar en Cifuentes. Desde el arcén se divisan las "Tetas de Viana", y en su "canalillo" la chimenea de la central nuclear de Trillo. Una visión erótico-siniestra de la naturaleza con la muerte. "—... ¿Usted no ha estado en Cifuentes? —No; no he estado nunca. —Pues véngase conmigo; son buena gente para los que andamos siempre dando vueltas... Al mediodía los amigos entran en Cifuentes, un pueblo hermoso, alegre, con mucha agua, con mujeres de ojos negros y profundos, con comercios bien surtidos que venden camas niqueladas, juegos de licorera y seis copas con bandeja de espejo, y cromos saludables, gozosos, de cien colores, que representan La Sagrada Cena o un molino del Tirol rodeado de altas cumbres nevadas."
El viajero se siente atraído por el castillo y enfila el timón/manillar hacia su cumbre. Allí, una pareja "sobrevuela" su dron las murallas (con menos de 250 g, permitido sobre población, venían de Cuenca). La fortaleza árabe, que ya no tiene foso, fue luego de don Juan Manuel (aquel del bachillerato, Libro del conde Lucanor, 1335). Aquel que hablaba de lo valioso de la vida frente a la riqueza, y de las batallas entre vecinos. España, pueblo de consejos, y muchos y malos "exemplos". El dron suena como un moscardón más, y aviva el concierto vespertino de aves, insectos y chicharras bajo un sol de justicia. En el pueblo cruzamos la calle del "Cristo de la Repolla" (una vecina, pobre, dio una polla, gallina joven que no pone huevos, a un mendigo. Al día siguiente aparecieron, en su puerta, dos pollas, y un crucifijo; el Cristo de la Repolla...). Al viajero le viene "Galliol", producto anunciado en aquel "46" en la prensa del Movimiento: "Criará pollos sanos, aumentará la puesta de las gallinas y combatirá sus enfermedades usando... Galliol. Premiado con diplomas y medallas en exposiciones Sevilla y Asturias". Buen complemento para el "milagro".
Solanillos del Extremo
El silencio casi "daña" los oídos del viajero tan poco acostumbrado a este sigilo. Ni el aire se menciona. Sólo los trazados de los vuelos de los golondrinos o "aviones", y la risa de una niña que suelta la mano a su padre para coger a su amiga; van a la plaza. Callejón de la Soledad, camino de la Soledad, ermita de la Soledad, al lado del cementerio. Todo es silencio. Da que pensar, es mejor morir queriendo vivir, que desear la muerte en plena vida; una boutade. La noche cae lenta, tierna, calma. Pasan lentos los segundos, y los ojos y las manos desnudas ausentes. La luna que se incrusta por la claraboya de la habitación abuhardillada. Relectura del Viaje..., con las Cantigas de fondo, hasta las primeras luces. Un café, mientras Marisol acompaña al trasiego con la cafetera, y una deliciosa conversación sobre lo bello que se encuentra en cada lugar, sus gentes; ojalá lo aprendan sus hijos. "Ve por Henche y Gualda", un adiós, y hasta la próxima. Sobre la moto, el paisaje penetra por todos los poros del cuerpo, y los sentidos.
Henche y Gualda
Trillo
"La cascada de Cifuentes es una hermosa cola de caballo, de unos quince o veinte metros de altura, de agua espumeante y rugidora. Sus márgenes están rodeadas de pájaros que se pasan el día silbando. El sitio para hacer una casa es muy bonito, incluso demasiado bonito". Un poco más abajo el puente romano. El viajero fotografía una de las dos torres cilíndricas de la central nuclear (la última que se puso en funcionamiento en España, en 1988), entre el arco milenario. Una vecina, de un hablar juvenil que desdice a sus canas, cuenta cómo muchos aplaudieron la llegada de la central, habían pasado mucha hambre tras la guerra, -tanta que algunas niñas llevaban el azúcar que les permitía la cartilla de racionamiento a las otras "ricas"-, algunas tan ladinas que devolvían los tarros lamidos hasta el último grano "para que no llegara a nuestros labios". Otros se marcharon. Hoy no queda gasolinera para el pueblo. Aquel con las fiestas más ricas de la comarca.
Casasana
Escuela de niñas, años 40 en Armallones. verpueblos.com |
En Casasana el viajero Cela coincide con la "coqueta" maestra. Al motero, en Masegoso le llamó la atención la reconstruida "Escuela de niñas". Con ambos mimbres, y a la sombra de la iglesia de la Asunción, monta el escenario para representar aquella escuela nacional-católica: "La maestra, que acompaña al viajero en su visita a la escuela, es na chica joven y mona, con cierto aire de ciudad, que lleva los labios pintados y viste un traje de cretona muy bonito... La maestra llama a un niño y a una niña. —A ver, para que os vea este señor. ¿Quién descubrió América? El niño no titubea. —Cristóbal Colón. La maestra sonríe. —Ahora, tú. ¿Cuál fue la mejor reina de España? —Isabel la Católica. —¿Por qué? —Porque luchó contra el feudalismo y el Islam, realizó la unidad de nuestra patria y llevó nuestra religión y nuestra cultura allende los mares. La maestra complacida, le explica al viajero: —Es mi mejor alumna. La chiquita está muy seria, muy poseída de su papel de número uno. El viajero le da una pastilla de café con leche, la lleva un poco aparte y le pregunta: —¿Cómo te llamas? —Rosario González, para servir a Dios y a usted. —Bien. Vamos a ver, Rosario, ¿tú sabes lo que es el feudalismo? —No, señor. —¿Y el Islam? —No, señor. Eso no viene." Al viajero actual le suenan cercanas las retahílas sobre "Historia de España" de algunos políticos actuales de la derecha, con las de aquellos niños del "46".
Tendilla
En Tendilla preguntó Cela por Pío Baroja, hasta que alguien se acordó que allí tenía tierras para el aceite, y algo de estraperlo (también la caza, y escribir). "No compres mula en Tendilla, ni en Brihuega paño, ni te cases en Cifuentes, ni amistes en Marchamalo; la mula te saldrá falsa, el paño te saldrá malo, la mujer te saldrá p..., y los amigos contrarios". Las "famas" entre pueblos, que llamó la atención del autor de El árbol de la ciencia (1911); nada que ver con lo que sus sucesores viven. Después de ser mordido por un perro, y por un ganso en el trasero, el viajero Cela viaja a Pastrana. El viajero en moto en ese recorrido se asusta con un "apagón" del motor. La cola que ajusta el puño del acelerador se ha disuelto al calor de la tarde. Es cuestión de buscar una sombra.
Pastrana
Dos mujeres, delgada y de mediana edad la mayor, parlanchina, algo gordita la joven, con la mirada como despistada, están sentadas bajo el crucero de la entrada de la Colegiata-museo (donde cuelgan los riquísimos tapices de las conquistas de Arcilla y Tánger por Alfonso V de Portugal). ¿Tiene usted moto? No señora, paseo con esta vestimenta (cazadora, casco, mochila...), para curarme de la que está cayendo... Son simpáticas y acogen la ironía. Vienen al rosario. Suena la campana como bomba de mortero; asusta al viajero, se ríen a carcajadas. Pasan al templo. Él, sentado bajo la cruz, busca textos de Viaje a Italia, y Apuntaciones sueltas de Inglaterra de un "inmortal": Leandro Eulogio Melitón Fernández de Moratín y Cabo (1760-1828). Pensador, poeta, traductor de los clásicos, ensayista y, sobre todo, dramaturgo. De su pluma afilada surge La derrota de los pedantes, contra los malos escritores. Probablemente escribiera aquí, en su casa materna, parte de El sí de las niñas, estrenada en 1806, sobre la libertad de las jóvenes de elegir su amor (buen referente en Éboli), y que la Inquisición "secuestró" más de veinte años. O La Mojigata, o La comedia nueva o el Café, criticando obras y autores de su tiempo. En el destierro coincidiría en Francia con Goya. Ahora el pueblo da nombre a un instituto y una "posada".
Zorita de los Canes
"Zorita de los Canes está situada en una curva del Tajo, al lado de los inútiles pilares de un puente que nunca se construyó, rodeada de campos de cáñamo y echada a la sombra de las ruinas del castillo de la orden de Calatrava. Del castillo quedan en pie algún muro, dos o tres arcos y un par de bóvedas".
Es la última jornada. Al salir para desayunar unas frutas en la ribera del Tajo, suena un buenos días cercano. Es Mariano, policía local de Jávea. Sin preverlo, se "monta la de San Quintín", afectuosamente hablando, un parlamento a "dos manos". Organiza carreras de cross por Requena, y admira a los también amigos maratonianos del viajero, Montero y Romera. Cuenta un millón de historias que narra con voz de locutor radiofónico. Su abuelo le repetía, "el que siembra, luego recoge", y Mariano está sembrado. Va a Recópolis, la ciudad visigoda, que vio en Ruralita de La 2. Lía al viajero, y ya no se deshace el ovillo. Que si José Vicente, su primo, el sumiller; que José Luis Perales compró aluminio a su tío para su casa en Cuenca. Hasta la mili como "boina verde", vigilando islas frente a los marroquíes (1987), con un teniente, un tal Fullana, un tío majo, quizás el mismo que el viajero tuvo en unas maniobras contra los "Legías" en Fuerteventura ("historias de la p. mili", que unen a viejos "mozos" de todas partes).
Y el epílogo al viaje es Recópolis. La ciudad de nueva planta y mayor realce del poder de un padre, Leovigildo, a su hijo Recaredo. La que la historia y el tiempo obligó a cargar sus piedras hasta el castillo de Mohamed I de Córdoba, luego cedido por Alfonso VIII a la orden de Calatrava (como esta tierra que sigue cediendo sus hijos a otros parajes de una España, la que deja despoblada su mayor piel). Es el final de un viaje, "...su excursión por la Alcarria ha terminado. La idea le produce alegría, por un lado, y tristeza, por otro. Ha aprendido muchas cosas y, sin duda, le han quedado otras muchas por aprender. Caminó por donde quiso y, por donde no quiso pasar, dio la vuelta...". También para el viajero en Vespa, que al pasar por muchos rincones o no ha visto a nadie, o por otros donde quizás, dentro de poco, caigan las casas. Es la España vaciada, aquella que sólo puede contar su abandono, su historia. Mas ésta no pervivirá si no hay seres para contarla. O mejor, para seguir viviendo en una tierra que tiene mucha semilla para rebrotar la rica vida que tuvo.
Al pisar la palanca de arranque de la Vespa, el viajero lo hace con rabia y pena. Siente que, si conocieran muchas gentes esta tierra, habría una segunda oportunidad. Él, volverá pronto, lo siente en las venas, mientras gira el puño del acelerador y la moto ronronea levemente sobre el asfalto.