lunes, 27 de junio de 2022

Miradas

La Cantabria ignota del Paleolítico, el Beato de Liébana, grumetes con Elcano, carlista..., y la poesía desnuda de José Hierro

  Del horizonte, por el cortado, llega un tibio rumor de oleaje. Al acercarnos, otra ola gigante, pero de piedra de un anticlinal, envuelve la ermita de la mártir sevillana Santa Justa, ahora en Ubiarco, mientras unas gotas volanderas caen como lágrimas rotas en un mar encrespado.
    Arriba, la sobria ermita de San Roque tiene la cal blanca y las maderas cuidadas. De la penumbra del pequeño templo surge Maite. Viene de barrerlo un poco, y cambiar las flores, heredad de su abuela. Envuelta luego entre sábanas que descuelga del tendedero cruza hasta su posada; las telas son lienzos blancos que destellan recuerdos de velámenes y tormentas que se tragaran los barcos allá abajo en el roquedal. No muy lejos suenan al son de un clarinete piccolo, tambor y castañuelas, cancioncillas de amor, alegres unas, románticas y tristes otras. Es el grupo de danzas "Santa Justa". La risa y el baile en la jota vuelven tras la pandemia con los precisos apuntes de su directora, "hay que preparar la fiesta, allá en septiembre". Al caer la noche las voces y murmullos de las mujeres al son de sus panderos suenan a letanías y melodías orientales (quizás el mundo árabe que llegó hasta sus montañas cántabras, ante un pueblo de insumisos con los romanos, muertos antes que esclavos, para luego ser claves en las revueltas de los cristianos).  El mar aloja lejanos contrastes.
   Ahora Cantabria recuerda a Juan de Santanderdel barrio de Cueto,  un grumete superviviente de los tan sólo dieciocho marinos embarcados, según el diario de Antonio Pigafetta, en la expedición en busca del oro del momento, las especias, con Fernando de Magallanes y terminada por Juan Sebastián Elcano; salieron un 20 septiembre de 1519, y arribaron un 6 septiembre de 1522). 
 Y ahí está amarrado, en la bahía que los romanos vieron como de las más seguras del mundo, el "Juan Sebastián Elcano", símbolo de la Armada Española. Fastos de calle como teatro, conciertos, y los cadetes paseando de impoluto blanco, de nuevo el color asociado al mar, entre jóvenes santanderinas que sonríen a las anécdotas de travesía (todo bajo el paraguas de la Fundación Botín y demás mecenas del siglo). 
   En el café suizo del paseo marítimo, Carlos se esfuerza por engatusar con un mediano en su terraza a los pocos paseantes que la fina lluvia, su calabobos, no ha arrinconado en casa, y que ha dejado unas gotas colgando de los rostros de los niños/estatua que se tiraban al mar por una perra gorda. Allí, también, las últimas cañas por si cae un pescado para la cena. La luz, la gasolina, la comida, los alquileres, y salarios ajustados, parecen dar palos sin ton ni son en miles de bocas, mientras en los periódicos saltan los repartos de beneficios de las industrias petrolíferas, del gas, eléctricas, y los bancos (con la subida de intereses desde la víspera; sigue la plaga insaciable del capitalismo). Y siempre, una guerra, ahora Ucrania que desplaza de los telediarios a las anteriores.
   El viajero vino para descubrir también su Cantabria ignota. Para ver sus entrañas de miles de años, restos de sus primeros pobladores, sus refugios y cuevas, restos óseos, sus pinturas, sus mobiliarios, aquéllos que hablan del hombre, sus triunfos y temores (los chamanes como mediadores entre lo natural y lo sobrenatural). Cruzar la calle del café, y bajando unas escaleras, viaje al vientre de la madre tierra, se adentra en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC).
Falage de uro
Falange de uro (bovino
extinto, antecede al
vacuno actual).
 La Garma.
    El viajero recuerda los primeros símbolos y manos de tinte espolvoreado sobre el techo, los caballos y bisontes majestuosos y casi tridimensionales de Altamira, en Santillana del Mar y, sobre todo, el mimo con que maestros y profesoras iniciaban a sus pupilos a los más mínimos detalles, de cuidado con el resto de visitantes, de las filmaciones de antropólogos que cruzaron los continentes a principios del siglo pasado; inuit, masais..., tribus y pueblos captados en su subsitencia como hace milenios, cazando con flechas como refrescan las paredes de cuevas y sacando los gusanos de la tierra del desierto. Y ahora en este museo, cómo no recordar La Garma, donde “se utilizaba grasa del tuétano para no hacer humo", y cómo la cabra se retuerce en la espátula ósea. ¿Cómo sintieron nuestros ancestros, pensaron en la trascendencia, o el fluir diario, hace treinta mil, quince mil años? Mientras pulían maravillosos enseres para su rutina y que hoy son la admiración como pequeños objetos de arte. 
Fosas en Nador (Marruecos). Urge enterrar
a los inmigrantes muertos (casi 40 y decenas
de heridos). El País 27-62022.
    Pero estos días han surgido nuevos restos de nuestro presente que encontrarán futuros arqueólogos. Las fosas de Nador (Marruecos), cuando identifiquen otras fosas, las fosas de Nador, donde se enterrarán hoy los inmigrantes asesinados, hombres buscando una oportunidad de trabajar, de huir del hambre y la miseria, al intentar cruzar la frontera de Melilla entre Marruecos y España, con la falta de humanidad y condena del propio gobierno español. ¿Qué interpretarán, qué discurso, qué fuentes contrastarán? La vergüenza y la repugnancia por estos gestos sobre los débiles seguirán marcando la estirpe humana ad eternum.
 Porque hablando de muertos, guerras y campañas, marcadamente ideologizadas del poderoso sobre el pueblo, quedan vestigios, aún, a la sombra de iglesias y catedrales, como en Santillana donde en un círculo de medio centenar de metros convive la piedra labrada en la Colegiata de Santa Juliana con los nombres de los caídos por España, de un solo bando, 
con el bestiario hermoso y hercúleo de Jesús Otero. Endulza y blandece el paseo el obrador, siempre abierto, y la charla con la bonhomía de su patrón Antonio, que tiene los mejores sobaos pasiegos del norte.
    También, a la sombra del Museo Botín en la capital, se encuentra la estatua al escritor José María de Pereda acompañado de unos labriegos. El novelista reflejó una parte de los laberintos de las Guerras Carlistas en Santander, cruciales la primera y tercera. Pereda abogó por el alma rural frente a la urbana, y recuperar el habla cántabra. Esa dicotomía generada sobre lo rural y lo urbano, traen al viajero a su memoria los tractores que salieron no hace mucho a las calles por el encarecimiento del gasoil y los bajos precios de sus productos. Con el vecino del banco del parque comparte que, hace alrededor de un quinquenio, le impresionó la imagen una docena de tractores que cruzaban las principales vías de Barcelona en apoyo de la Declaración Unilateral de Independenica (DUI). El apoyo rural como en el "carlismo" a un parecer de una estirpe mandataria. Ahora aquellos nacionalismos, la decantación política por reinos actuales de "Taifas", parecen estar en vía muerta. Pero son impresiones vanas. Aquí se vive de lejos ese nacionalismo separatista. Los cántabros, los que discuten, ven como Cataluña ven como sus partidos nacionalistas apoyarán al gobierno central en los presupuestos según sopesen, a pesar de los espionajes "Pegasus" sobre los dirigentes separatistas, con un recargo sobre el tapete al apoyo siguiente. Pero ahora preocupan más los extremismos de VOX en aquellos gobiernos regionales como Madrid, al "¡Ay!uso", mientras en Andalucía ha ganado por mayoría un presidente del PP que rueda seguro en la política con los raíles preparados por el PSOE (con las redes del clientelismo y el recuerdo al asalto a las arcas públicas, paralelas, eso sí, a las del PP en otros territorios). Aunque no vale el simplismo del "todos son iguales". El poder debe alejarse del ciudadano (lo replicaba la obra Charlot en el país de la libertad, de David Barbero, del grupo extremeño “Oveja Negra Teatro”, en el auditorio de Las Lamas hace unos años: quienes gobiernan, en lo político y en lo económico, cierran libertades, y sobre todo asustan. Como decía el escritor José Luis Sampedro, primero asustar, para luego amagar (todas estas conversaciones se cuecen luego a fuego lento en el camino, con la mochila al hombro).
Hombre pez. Xibeliuss
    Hablando de gobernantes, el viajero se cruzó in situ, en el río Miera que atraviesa Liérganes, a Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria; cantando con su hija, mientras se mojaba los pies a pocos metros de la estatua del Hombre Pez (también le han crecido las escamas de la política como a aquel Francisco que, en 1674, terminó en las costas gaditanas desde aquí, y al que no le entendían ni frailes ni padres a su regreso, para luego desaparecer y no volver jamás. Un símil de otros pares de la política con Revilla). No todos entienden a este peculiar presidente, al que algunos también le tienen por loco, "vendiendo" anchoas por altares y palacios. Cantabria ha cambiado el mar por cuidadas carreteras, mimadas por Revilla, quien en la oposición no creía en que este fuera el motor del turismo, y ahora apodan "tapabaches", por las que se mueven miles de turistas todos los días. Van de posada en posada, la apuesta cántabra de una calidad y calidez envidiables. Pero la guerra y el encarecimiento de los carburantes, y una inminente crisis económica, se nota más silencioso el paisaje, a pesar de la desesperada vuelta a la calle y la playa tras los tristes años de COVID. 
    El Mediterráneo de esta piel de toro se lleva el bullicio, y el viajero busca el silencio, por eso está por estas tierras, y queda absorto, hipnotizado ante la playa de Berellín en Prellezo. Al bajar las lombas que ocultan ese mundo mágico de plantas exuberantes y hermosas, el mundo se detiene. Y los sentidos se agazapan en el vientre y surge la malenconía, la melancolía en ese hermoso hablar cántabro, el no querer marchar nunca de ese instante.
    El viajero va en en busca del Camino Lebaniego. Un camino que muchos peregrinos religiosos siguen hasta el Monasterio de Santo Toribio de Liébana en Camaleño, al lado de Potes. Otros llegan atraídos por su historia, por los picos de Europa, por su belleza imponente y majestuosa, sus angostos callejones naturales y sus gentes de discurso directo y nobles.     
    El Camino comienza en San Vicente de la Barquera, con sus murallas y torreones del castillo que lleva su nombre. La majestuosa iglesia de Santa María, muy cerca del albergue de peregrinos, donde Marie, de Burdeos, se repone con una sonrisa de una cadera dolida por las etapas previas del Camino del Norte. Viaja sola pero comparte sueños. Jubilada pasea su soledad, día a día, le apenan los sufrimientos, la tristeza pero no tiene miedo a la muerte. Le encantan este enclave, vestigio de una de las cuatro villas, junto a Santander, Laredo y Castro Urdiales, además de las vascas, que dieron La Hermandad
 de las villas de la Marina de Castilla (1296-1490). Mañana, la primera etapa para el viajero convertido en peregrino, hasta Muñorrodero. Allí, en una antigua escuela unitaria, la hospitalaria recuerda al maquis Paco Bedoya, en sus manos La mujer del maquis (Ana Cañil, 2011). Es una combatiente de la memoria histórica.
    En la Cantabria posguerra, aquella de 1957, el último maquis será abatido por la guardia civil el mismo día que nace el hermano de esta mujer, y que narra lo que le contaron como si lo tuviera grabado en la piel. Los interrogatorios en el cuartelillo; que por no delatar a sus compañeros de partida, le sacaban las uñas de manos y pies; palizas a su hermana y madre, y el fuego al establo con las vacas dentro. El cine trajo a estos estuarios la película Sordo (Alfonso Cortés-Cavanillas, 2019). En el silencio de las montañas vuelven a estremecer la angustia, el miedo, la incierta y mala suerte de los desheredados; el maquis visto desde la sordera, sutil metáfora, lo que ocurre alrededor de la lucha por la justicia, la defensa del régimen republicano depuesto por la fuerza despiadada...
    Pero estas sierras también cuentan otras andanzas. En Cades hay que esperar a entrar a la cocina del albergue. Allí están con su partida de cartas las mujeres mayores del pueblo. Es su centro social. Ríen a carcajadas recordando cómo se repartían o dejaban las mantas para hacer el amor con sus novios, o maridos, para matar la soledad; bajo el gris de las nubes traviesas, entre los acantilados, las lluvias y el hambre.

  Mientras, la hospitalaria prepara una tortilla de patatas con cebolla. Hasta que llega el verano son muy pocos los que habitan por aquí. Con pocos servicios, el médico pasa itinerante, y el pastoreo, a veces lo hacen los propios perros gitantes como en Cicera, donde Julián, ya jubilado, observa con prismáticos a su mastina que traslada las ovejas al pasto certero por los praos. La última etapa, Cabañes a Potes, por el cordel de acero, sobre la roca desnuda, con escalofríos del vértigo, por el desfiladero de la Hermida.
    El agua salpica la piedra de la fuente del claustro del monasterio de Santo Toribio de Liébana, y apacigua con su frescor la tórrida tarde que amenaza tormenta. Al viajero, tumbado en los bancos adosados a los muros, que cuelgan ilustraciones del Apocalipsis de San Juan (Beato, s. VIII), le vienen los versos de José Hierro: Los claustros: "No, si yo no digo/que no estén bien en donde están:/más aseados y atendidos/que en el lugar en que nacieron,/donde vivieron tantos siglos./Allí el tiempo los devoraba./El sol, la lluvia, el viento, el hielo,/los hombres iban desgarrándoles/la piel, los músculos de piedra/y ofrendaban el esqueleto ―fustes, dovelas, capiteles―/al aire azul de la mañana./Atormentados por los cardos,/heridos por las lagartijas,/cegados por los estorninos,/por las ovejas y las cabras/No, si yo no digo/que no estén mejor donde están/―en estos refugios asépticos―/que en las tabernas de sus pueblos,/ennegrecidos los pulmones/por el tabaco, suicidándose/con el porrón de vino tinto,/o con la copa de aguardiente, oyendo coplas indecentes/en el tiempo de la vendimia,/rezando cuando la campana/tocaba a muerto./No, si yo no diré nunca que no estén/mucho mejor en donde están/que en donde estaban…/¡Estos claustros…! (José Hierro 1922-2002, en Cuaderno de Nueva York, 1998).
Gema Soldevilla,
José Hierro, (2008).
Paseo de Pereda, Santander.
    Aquella poesía, desarraigada, con el ser, de sus circunstancias extremas, de sus cinco años en prisiones -en Alcalá de Henares, con sus versos de "Canción de cuna para dormir a un preso", "...La noche es bella, está desnuda,/no tiene límites ni rejas./No es verdad que ni hayas sufrido,/son cuentos tristes que te cuentan./Tú eres un niño que está triste,/eres un niño que no sueña./Y la gaviota está esperando/para venir cuando te duermas./Duerme, ya tienes en tus manos/el azul de la noche inmensa./Duerme, mi amigo…/Ya se duerme/mi amigo, ea…". Luego recogería su premio Cervantes en 1998-, con Cantabria por juventud, por estar luego tan cerca del "apocalipsis", y la sinrazón, de la guerra civil (1936-39).
   El fuego del Apocalipsis llegó a Santander el 16 de febrero de 1941. Un niño de cerámica, tras el escaparete de una tienda de antigüedades, sigue llorando la tragedia (voló su pájaro, o murió). Otro santanderino recuerda la catedral ardiendo: "La iglesia solo ilumina cuando arde", dijera Jesús Aguirre, luego duque de Alba, mientras otro santanderino, el poeta Gerardo Diego (1983-1987), la revive en su "Elegía de Atarazanas":
    “Ni ascua ya, ni ceniza ni pavesa;/aire en el aire, luz en el sobrado/de la santa memoria. Aquel tejado,/trampolín de aquel sueño que no cesa;/vuelve la golondrina y embelesa/con su trovar mi oído enamorado,/y está el cielo del Alta serpeado/de altas cometas que el nordeste besa./¿Todo es ya nada? El fuego ¿también puede/devorar la ilusión, lo que no cede?/A ese alado ladrón ¿no hay quien le ladre?/Nada es ya todo. Viva está mi casa./Es verdad. No te has muerto. Un ángel pasa/por tus ojos azules, madre, madre”.
    El viajero piensa que sería tanta belleza la que este rincón del Cantábrico tuviera que, por ello, ha renacido.

Los cuatro jinetes del
Apocalipsis
. Beato de
Liébana, (s. VIII d.C.).
   
Porque Cantabria es también tierra de poetas y ensoñadores. El que fuera el creador del mito del Camino de Santiago, aquel beato anónimo, de Liébana, angustia con su mirada la paz estival. Llegará el fin del mundo, se hará Justicia Universal, aquella que "pondrá ante Dios a quienes le hayan mencionado en vano". Y a los que no nos hemos acercado todavía al altar, y besado el brazo izquierdo del Lignum Crucis, con el hueco del clavo que aferró la mano de Jesús, nos parece que estamos más cerca a ese infierno, sin "gracia divina" que nos acoja.
   Carmen, una peregrina, se arrodilla ante el altar. Es sábado y acaba de oir misa en La2 (celebrada por el obispo de la Diocesis Complutensis, Alcalá de Henares, Reig Pla; aquel que en 2014 declaró que los homosexuales necesitan terapia y comparó el aborto con el holocausto nazi; ahora acusa al gobierno socialista de convertir a España en un "campo de exterminio" por la Ley sobre la Eutanasia). Carmen recuerda a su marido Antonio, por lo bajo, que deben volver el domingo 16 de abril de 2023, el próximo año jubilar, el santo les amparará hasta entonces.    
    LLega la hora de recogerse, pero antes asomarse a los ventanales del albergue, sobre el Deva, en Potes, justo enfrente, la torre del Infantado del palacio. Allí se despliega la exposición didáctica y bella sobre el Beato y facsímiles del códice. Pasear al caer la noche, anclado sobre el puente, después de pasar por la puerta del museo/casa de Juan de la Cosa (aquel cartógrafo que hizo los siete de los primeros viajes a América y dibujado el mapa más antiguo sobre aquel continente). Hipnotizado ante la Mano de Gloria, momificada. Está en la Torre Orejón de Lama, el museo de brujería. Se dice que sostuvo el fuego maléfico de una vela para doblegar voluntades de mujeres hermosas, y satisfacer los morbosos deseos de un brujo satánico.
    Apetece dormir en el soportal con la "balanza de brujas" y pesar a las mozas que pasen para ver si pudieran "volar" en las maléficas escobas.
    Con una de aquellas brujas, volamos de Liébana hasta el pico de Fuente Dé, el límite con Asturias, frontera que los vecinos no dibujan.
    Al bajar del teleférico nos acercamos a la estatua del "Cantabrón", Pedro de Escalantes y Huidobro (1913-1970), político que impulsó estas instalacioens pero, sobre todo, el nombre de Cantabria desde su puesto en la Diputación santanderina. También escribiría dos novelas, La vida por la muerte, y Cuaderno de Bitácora (1956).
    Luego, al día siguiente, de vuelta, el salto a Unquera´para coger el autobús. El peregrino Javier pierde la cartera. Su compañero Juan Carlos recorre los últimos kilómetros y paradas. En la persistencia, una policía local termina por recuperarla, un persona mayor, honesto como es esa generación, la ha devuelto a la guardia civil (más su novia, Rocío, piensa que es mentira, y detrás de esa "policía" se encuentra una "aventura del Camino" para retrasar la vuelta). Porque también Unquera reúne la desembocaduras de los ríos Deva y Nan, y allí los obradores hilan sus dulces "corbatas". Es tierra de nuevas residencias de un turismo que se aferra al clima viendo el desierto que el cambio climático encoje la península. Es también el punto de encuentro con el Camino del Norte. Peregrinos que han cruzado las piedras cargadas de historia y saber de Comillas.
    Comillas, donde la Universidad de los Jesuitas, con su puerta de las virtudes, ahora llama a la Virtud del peregrino (falta la séptima virtud, la soberbia, que se deja tras la puerta de 120 kg, comienza la sobriedad). Una quilla invertida del naviero que lo paga sobre escaleras en el recinto, hoy centro de estudios; o el capricho de Gaudí. Un bocadillo en la ermita de Santa Lucía, imaginando las ballenas que se pescaban hace mucho tiempo, y dos puntos que albergaban sus faros son el final del viaje. Mirando al mar, dejando muchos rincones por explorar; esperando que pasen las olas que vimos en Ubiarco, viendo pasar la vida ¿qué vida, la que elegimos, la que nos llega, la que soportamos? Buen camino...

4 comentarios:

  1. Hace 25 años, embarazada de 3 meses hicimos recorrido similar por Cantabria. Gracias por tu excelente relato. Gracias por traer al presente aquellas sensaciones y gracias por poder disfrutar de tu blog. Ah, he echado en falta alguna mención a la UIMP de Santander que tan bien conocimos hace unos cuantos más...

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  2. Toñi, sigues siendo la niña con una extraordinaria sensibilidad e imaginación que te llevó a volar sobre la ciudad en volandas en la que naciste, entre el Huécar y el Júcar. De siempre te ha gustado viajar, y de siempre te ha encantado cuidar de los amigos. Ojalá el tiempo, y la memoria, haga volver a esta bicicleta al pasado, y aparcar en esa UIMP donde tanto aprendimos y compartimos, en un entorno sublime. No cambies. Y un abrazo hasta la próxima.

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  3. Haereticus Reputandus6 de julio de 2022, 22:46

    Estimado M.Angel. Cada vez que leo su blog no deja de asombrarme su capacidad de relacionar temas muy diversos y muy distantes en el tiempo, todo ello aderezado con una prosa algo enrevesada pero agradable de leer. Lo único que echo de menos es algo más de comentarios y datos históricos en los recorridos que con tanta pasión nos describe y descubre. Mi más sincera enhorabuena

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    1. Estimado Haereticus Reputandus, muchas gracias por sus comentarios, pero sobre todo porque lee lo que subo a la red. A fin de cuentas es lo que pretendemos quienes narramos o comentamos lo que nos rodea y lo hacemos público. Muchas veces nos retenemos porque pensamos que ya lo han contado mejor otros, y otras porque creemos que lo que gusta a uno puede disgustar a otros. Soy del parecer que deben haber referencias históricas por cuantos lares paso y tengo la dicha de difrutar y compartir. Al tiempo, creo que ojalá fueran para que lectores como usted, o tú, como mejor estimes que me dirija, caigan en la tentación de retomar los defectos del texto con los escritos de historiadores, filósofos, o sociólogos que analicen mejor cualquier idea que haya salido en mis textos. Tan sólo quiero bruñir la curiosidad, y las ganas de vivir experiencias con los seres que nos encontramos en cada rincón de este mundo inabarcable. Lo intentaré modestamente, y gratamente, al percibir que alguien espera leerte con mayor exigencia. No sé si lo conseguiré pero me doy por contento que alguien siga acompañándoem en cualquiera de estas entradas de Una bicicleta en el quinto o Coincidencias. Un cordialísimo saludo y hasta siempre.

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