Oslo (Cristianía), el grito sereno de los vikingos
El grito, primero Desesperación (1894). E. Munch. Galería Nacional de Oslo. |
Patera en el mediterráneo. columnazero.com |
Desde el puerto de Oslo, en la frontera del mar del Norte, todavía restallan en mis sienes los gritos de los casi mil muertos en aguas cercanas a Lampedusa (Italia), criaturas sometidas a la pira en mitad de un Mediterráneo que flamea oro y alcohol en sus costas erizadas de marmóreos edificios. También arrecian los gritos de los reos condenados del golfo de Bengala, matándose de hambre, porque los países ricos se disputan a la baja el cupo de acogida, seres que gritan en un caudal inmenso de tormento, como los olvidados tras las devastadoras sacudidas en Nepal. Mientras paseo la boyante Cristianía siento clavárseme en la garganta las palabras de Edvard Munch sobre sus Gritos (tras ver morir a su madre y hermanas): "Paseaba por un sendero con dos amigos -el sol se puso- de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio -sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad- mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza".
Los drakkar tuvieron su cénit entre los siglos VIII y XI. Viking Ship Musseum. |
Museo del pueblo noruego. Madera y piedra entrelazan viviendas. |
Tras una humedad mórbida estas gentes esperaban el repique de las campanas de estilizadas iglesias de madera (como la de Gol, hacia el 1200 d.C.), llamando a culto durante siglos hasta que, varias, fueron pasto del fuego por unos descerebrados en los pasados noventa, bajo ritos satánicos; pretendían "erradicar el cristianismo" y volver a los dioses paganos: Odín, dios de la sabiduría, la guerra, y la muerte; Tor, sabio y creador del trueno; Loki, del fuego destructor, principio del mal, o Freya diosa de la belleza, el amor y lluvias de verano.
El origen del satanismo en el rock y el Black Metal noruego. Mayhem. |
Estatua de Ibsen ante el Teatro Nacional. |
Antes, habían surgido otros gritos de lucidez y denuncia del egoísmo humano. Un enemigo del pueblo, la obra de teatro de Henrik Ibsen (Skien, 1828, Cristianía, 1906), habla del doctor Thomas Stockmann, un traidor para su pueblo por denunciar que el balneario está contaminado. Sus vecinos, cuya economía próspera depende del mismo, no quieren reconocerlo. En su congruencia pone en peligro su vida y la de los suyos. ¿Nos suena de algo? La democracia frente a la demagogia...
A muy pocos metros del Teatro Nacional, donde está la estatua de Ibsen, frente al Parlamento, hay tres "containers" de diseño; unos servicios públicos "republicanos" denominados Liberté, Egalité y Fraternité, alzados en el segundo centenario de la Constitución de la monarquía escandinava. Tras esta boutade simbólica se ve la realidad de una Noruega que ostenta los niveles más altos de igualdad de oportunidades. La educación es pública, gratuita y bilingüe. Sus habitantes tienen una cobertura total de salud, con una esperanza de vida de 81 años, sin brecha salarial entre hombres y mujeres; no hay paro y una renta percápita entre la cinco primeras del planeta. Eso sí, esperan educadamente en colas interminables, como hormigas plácidas y satisfechas al sol en un día ventoso, para acceder a un pase gratuito a los museos de la ciudad (con la misma calma y confianza en quienes les gestionan los fondos del petróleo y el hecho político). Como silenciosamente esperan algunos ciudadanos de este remozado país para que se les reconozca la condición de persona transgénero a los que hasta hoy se les obliga a someterse a una “auténtica conversión de sexo” obligatoria (la extirpación de los órganos reproductivos y, por tanto, volverse estéril, además de un diagnóstico psiquiátrico, en el que la persona se ve obligada a admitir que sufre una enfermedad mental). Cuestión que quizá tenga que ver con la calma que también contagie al gobierno que prometió estos cambios.En las calles no hay policía que asuste al timorato, está descansando porque mañana es el año nuevo de los sijes quienes saldrán a las principales calles con sus cabezas cubiertas por turbantes naranjas que ocultan larguísimas cabelleras negras y con espadas de juguete para simular las luchas entre hindúes e islamistas; luego en el puerto a compartir tradiciones.
En Oslo el tesoro es el silencio. El escaso ruido urbanita se disipa del todo en el parque de esculturas de Adolf Gustav Vigeland (1896-1943), al que dedicó los últimos veinte años de vida. Cuerpos en movimiento, mezclados, con equilibrio, ligereza en las formas, la dulzura, la humanidad..., sin histrionismo, conjuran el puente con cincuenta y siete esculturas con las que escudriñar y sentirse arropado, acompañado, por cualquiera de ellas trayendo instantes de nuestra biografía, como niños, padres, amantes...
Al final del parque, en una pequeña colina, el monolito en el que deseas que tu cuerpo se mezcle con esos otros ciento veintiuno, entrelazándose de mil maneras, con los que comenzar el ascenso a otros cielos, donde el silencio me permita expulsar el grito que angustia mis entrañas, de por qué no podemos llevar parte de esta paz a nuestra algarabía de cultura del sur.
Antes de marcharme veo al fondo un grupo de jóvenes que festejan una "despedida" de novia. Llevan un licor dulce ¿vestigio de aquel hidromiel de sus antepasados que, al encuentro del matrimonio con la llegada de la primavera, bebían litúrgicamente durante el tiempo de una luna, el primer mes de su vida en pareja? "Luna de miel", ¿nos suena? Perdimos mucho en nuestra memoria cuando se pusieron barreras y mitos falsos sobre este pueblo "bárbaro", del que guardamos el estereotipo de seres corpulentos con cascos con cuernos sobre el cimborrio de sus cabezas.
Madonna (1893-94). E. Munch. Galería Nacional. Oslo. |
Noruega, Oslo..., un itinerario que muchos turistas o viajeros, pasemos ahora de diferencias, tienen en su mochila en los últimos años. Ojalá ese intercambio de cultura y sentimientos vitales se acerquen a nuestras costas. Aprendamos a cuidarnos como esos países cuidan sus costumbres y sobretodo sentido de pueblo. Un saludo y gracias por esta entrada.
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