Pasiones y marrullerías.
Carnavales desde la ribera del Oba
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"Tengo celos de mis ojos, de mí toda, de ti mismo, de tu tiempo y lugar. Aún grabado tú en mis pupilas, mis celos nunca cesarán..." Wallada. |
Cae la noche en el campo de los Santos Mártires de la ciudad, Kart-Oba, Córdoba, que cautivó a fenicios en sus incursiones mercantiles a través de su majestuoso río, el Oba (Guadalquivir). Un templete protege el pedestal que sostiene unas manos y los versos de dos enamorados, Wallada bint al-Mustakfi, en árabe ولادة بنت المستكفي, hija de uno de los últimos califas de sangre omeya con una esclava cristiana, y de su amante, el poeta Ibn Zaydun. Dicen que Wallada se enamoró de otro al que el poeta escribió una carta como si fuera la propia princesa. Wallada lo llamó degenerado, ladrón... Antes, en la pasión, se habían dicho:
"Tu amor me ha hecho célebre entre la gente.
Por ti se preocupan mi corazón y pensamiento.
Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme.
Y cuando llegas todo el mundo está presente".
Por ti se preocupan mi corazón y pensamiento.
Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme.
Y cuando llegas todo el mundo está presente".
Ibn Zaydun.
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Escena de La puta enamorada, dirigida por Jesús Castejón. www.teatrocordoba.org |
Diez siglos después, un viernes 13, vísperas del día de los Enamorados en pleno Carnaval, muy cerca de la plaza de las Tendillas, el Teatro "Luis de Góngora" cuelga el cartel de La puta enamorada, de Chema Cardeña; un título malsonante para una historia de amor en el Madrid de los Austrias.
María Calderón, “La Calderona”, amante de Felipe IV y cómica de las corralas, enamora al maestro Diego Velázquez que debía hacerle un retrato por encargo del mismísimo monarca. La lucha por salir de la miseria en un mundo de pícaros y rufianes se convierte en tragedia. Quizás haya, posiblemente, parte de lo real, pero en la obra hay mucho de reivindicación de libertad y valor de la mujer en un mundo dominado por el hombre.
Velázquez quiere pintarla desnuda algo inaudito en esa época en España. El reto le devuelve el entusiasmo por su trabajo ya rutinario como su matrimonio fracasado. Ella es franca en su huida del hambre. Detrás de todo el miedo. Miedo por enfrentarse al poder real por arrebatarle lo más ansiado, y miedo porque sus ideas chocan con una Inquisición reventadora de cuerpos y almas. Religión, iglesia, dogma, poder real... Pero los tiempos cambian, ¿o no?
Al otro lado de la ciudad vieja, en la plaza de Capuchinos, más conocida por el Cristo de los Faroles, un centenar de jóvenes apura el último trago de cerveza antes de liarse el fajín de tela a los riñones y ceñirse a la cabeza un tela de saco enrollado hasta la frente, como si de antiguos esclavos egipcios se tratase.
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Retrato atribuido a La Calderona. Museo de las Descalzas Reales (Madrid). |
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Venus del espejo (1650), Diego de Velázquez. Otro amor del pintor en su segundo viaje a Italia. |
Al otro lado de la ciudad vieja, en la plaza de Capuchinos, más conocida por el Cristo de los Faroles, un centenar de jóvenes apura el último trago de cerveza antes de liarse el fajín de tela a los riñones y ceñirse a la cabeza un tela de saco enrollado hasta la frente, como si de antiguos esclavos egipcios se tratase.


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Guadalquivir y al fondo la Mezquita/Catedral. commons.wikimedia.org |
Mientras, en la capital de la Corte, Madrid, el poder político y religioso comparten mesa camilla. La cónyuge de Aznar, Ana Botella, todavía tiembla a los cursis tacos de sus amigas ursulinas y derrama el coffy ante su ahora jefe de filas, Mariano Rajoy, porque no modificó la ley del aborto para los casos de menores de edad.
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Perfiles de Rouco y Botella. |
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Putin, Merkel y Hollande. www. La Vanguardia.com |
Pero no todo es gris y muerte. Al otro lado del Atlántico, donde desemboca el Oba, en la aparente calma de la huidiza revolución bolivariana, cientos de jóvenes, vestidos con aires europeos y pocas telas indígenas, se manifestaban ante una cadena de televisión para que volviera a emitir los Simpson en el horario habitual. Las costumbres son las costumbres, y el humor, con cierta crítica ácida, embotellada en un discurso político no muy incorrecto y venial, se convierte en la reivindicación principal, por unas horas, en las redes virales, haciendo olvidar la difícil realidad de un pueblo que sigue resurgiendo de las cenizas. Estos gritos tienen mayor eco en nuestras televisiones que los momentos cruentos de las luchas a muerte de los allí débiles, todavía. Todo va muy deprisa. Parece que el pánico, tras el horror de lo acaecido a la publicación Charlie Ebdo, ha pasado.
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Lluvia de Cer2. Galería "Creta Arte". |
Así que con este trajín, mezcla de rojos corazón y chirigotas, no nos llegaban nítidos los gritos de cientos de seres desesperados que siguen demandando justicia y que lleguen las medicinas que frenen a la parca que les estruja las entrañas. Son los enfermos de hepatitis C que reivindican su última oportunidad ante el inescrutable paso de las agujas del reloj, y no pueden esperar a que los partidos políticos se aclaren en las listas de sus candidatos ante tanta cita electoral prevista este año. Quienes aún gobiernan deben aplacar este mal, y otros males que han diezmado de moral a millones de seres, castigados a la pobreza de todo tipo, durante los cuatro años que ahora se les terminan.
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www.publico.es |
Como dijo el cordobés Luis de Góngora en unos versos de Cuando pitos flautas:
Da bienes Fortuna/que no están escritos:/ cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos. ¡Cuán diversas sendas/se suelen seguir/en el repartir/honras y haciendas!/A unos da encomiendas,/a otros sambenitos./Cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos... Porque en una aldea/un pobre mancebo/hurtó sólo un huevo,/al sol bambolea,/y otro se pasea/con cien mil delitos./Cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos.
Pues así andamos, entre pitos y flautas. Menos mal que el poeta también nos dejó rastros de pasión amorosa en su Manda Amor en su fatiga; eso sí, con cabeza, echando ya entonces en falta lo que ahora nos merman: Manda Amor en su fatiga/que se sienta y no se diga;/pero a mí más me contenta/que se diga y no se sienta. En la ley vieja de Amor/a tantas fojas se halla/que el que más sufre y más calla,/Ese librará mejor;/¡más triste del amador/que, muerto a enemigas manos,/le hallaron los gusanos/secretos en la barriga! Manda Amor en su fatiga/que se sienta y no se diga;/pero a mí más me contenta/que se diga y no se sienta.
Pues que no callen bocas, que besen, y se sientan.
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