martes, 25 de marzo de 2025

  Miradas

La ruta de don Quijote. Tras la huella de Azorín, un siglo y pico después (I)

    Marzo de 1905. En el país reina Alfonso XIII y la crisis política y social, con huelgas y movilizaciones, arrasa ciudades y pueblos. El rey depondrá ministros y al final se convocarán nuevas elecciones.     Fronteras afuera la guerra Ruso/Japonesa llega a su segundo año con cientos de miles de muertos. En el interior de Rusia la crisis hace insostenible el gobierno al zar Nicolás II. La matanza de los manifestantes del "Domingo sangriento" de enero, será el detonante de lo que sería la "Revolución de 1905". Al otro lado del Atlántico, en Argentina, se viven desde febrero sublevaciones que buscan cambios en el sistema político, le llaman la "Revolución de la Unión Cívica Radical".
    Volviendo a la península, tras el seudónimo "Azorín" se esconde un periodista, José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, "Azorín" (Monóvar, Alicante, 1873-Madrid, 1967), que redacta columnas ácidas y críticas, de ideas anarquistas, (acaba de dejar el diario España, en el que había estrenado su pseudónimo en enero de 1904 y donde han destacado sus crónicas parlamentarias, y su novela La voluntad, de 1902, está siendo muy reconocida). Todo parece encajar en las galeradas de una publicación liberal avanzada, como El Imparcial, para que su director José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset, acceda a la petición de éste para contratar esa pluma afilada. Es el tercer centenario de la publicación de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes (1605) , y la efemérides se expande como el aceite por todo el país. En el tren hacia la Mancha porta una maleta con dos libros, un lápiz, papel y notas para su primer trabajo con el diario: visitar los escenarios más notables y escribir su visión, como cronista viajero, sobre una tierra que se reivindica firmemente que es "patria" de los personajes y enclaves originales donde se gestó la universal novela. El propio José Ortega le marca el recorrido: "Va usted primero, naturalmente, a Argamasilla de Alba", le indica. "De Argamasilla creo yo que se debe usted alargar a las lagunas de Ruidera. Y como la cueva de Montesinos está cerca, baja usted a la cueva. ¿No se atreverá usted? No estará muy profunda. ¿Y dónde cree usted que ha de ir después? ¿Y cómo va usted a hacer el viaje? No olvide los molinos de viento. Ni El Toboso". A renglón seguido abre un cajón, y saca "un chiquito revolver", que coloca en sus manos: "No sabemos lo que puede pasar. Va usted a viajar sólo por campos y montañas. En todo viaje hay una legua de mal camino. Y ahí tiene usted ese chisme por lo que pueda tronar".
   
Azorín en El Imparcial (antes había sido Cándido, Fray José, Juan de Lis o Charivari, en periódicos como El País, donde había llegado en 1896 y abandonado abruptamente por un artículo de opinión)
 manda sus crónicas desde el cuatro hasta el veinticinco de marzo. Hoy, ciento veinte años después, aquellas crónicas serán el foco sobre el que mirar estas tierras, ahondar en su memoria sobre los personajes de ficción, los viajeros y su realidad, vista con otros ojos, los de un viajero que buscará la esencia que leyó en Azorín, el recuerdo por sus gentes hospitalarias.
    La lluvia es la gran protagonista de estos días, tanto que la tragedia, con más de doscientos muertos, llegó a Valencia, Albacete y Cuenca en forma de Dana hace unos meses, y el temor a los desbordamientos de los ríos pone en jaque a las poblaciones cercanas. En aquel 1905 una sequía pertinaz asolaba el paisaje llevándose ganado y a punto de matar olivos y viñedos. El Imparcial lo destacaba ya el dieciséis de marzo en primera, la desesperación en Mora de Toledo.
    
El sol es implacable en esta tierra, sobre todo en los meses de estío. Así lo refleja el actor/director y fundador, con K. Stanislavski, en 1898, del Teatro de Arte de Moscú, Vladímir Ivánovich Nemiróvich-Dánchenko (Georgia 1858, Moscú 1943). En sus Crónicas España: de mis recuerdos de viaje, escritas 1884/1901, versa sobre La Mancha: "(...) Viaja uno por su llanura, escudriña en el horizonte buscando una silueta de algún aunque fuera lejano árbol solitario, pero salvo torres semiderruidas o cardos no ve nada. ¡El silencio de un cementerio! Es espantoso. El pensamiento se paraliza, de uno se apodera plenamente el bochorno y la somnolencia (...) La tierra quema la planta de los pies, no se puede tocar una piedra. Sólo las libélulas revolotean en ese aire infernal...". Y, como Quijote frustrado, añade: "Cuanto maldije por haber hecho caso a Nuñez de Arce y no viajar por ferrocarril, sino a lomo de caballo. El Rocinante, cansado, a duras penas movía las patas bajo mi peso. En honor a la verdad debo decir, que en estos trescientos sesenta años el pobre animal ha cambiado poco. Si hoy resucitara Don Quijote, se encontrarían como viejos amigos".

  I. La ruta de don Quijote. "La partida". Crónica del sábado 4/3/1905

    Aquel sábado el periódico presenta al autor de la primera crónica: "El notable escritor Azorín, colabora desde hoy en las columnas de El Imparcial. Hoy sale de Madrid para describir el itinerario de Don Quijote en una serie de artículos, que seguramente aumentarán la nombradía del original humorista". La publicación lleva treinta y nueve años, y el número suelto cuesta cinco céntimos en la península. Le acompañan otras columnas, como la referida a La Época, al que trata como órgano oficioso del gobierno que no aparece por las Cortes ante la crisis económica, una entrevista al autor ruso Máximo Gorki, preso en San Petersburgo por "atentar contra el régimen", "El Ermitaño de Cifuentes" sobre la extraña desaparición del personaje de su cueva, así como Tribunales con los pleitos de aristócratas, desde hace más de cinco siglos, y la programación de los Carnavales madrileños. En Estados Unidos (EEUU) el republicano Theodore Roosevelt jura como presidente para un segundo mandato (pero la diferencia horaria y sus análisis no entran en esa página).

 El personaje/cronista se despide de doña Isabel, regenta de la pensión en la que vive en Madrid. Ella le pregunta hacia dónde será el viaje. Azorín introduce tiempos de novela o drama, los silencios. Y luego contesta "por las ciudades y pueblos de las estepas castellanas que yo amo". Ella siente que tantas notas y escritos lo están matando. Él, con "espanto cómico" le contesta: ¡Usted no quiere creer que yo tengo que realizar una misión sobre la tierra! Ella replica, ¡Todo sea por Dios! Luego entre cuartillas en blanco se pregunta "¿Nuestra vida no es como la del buen caballero errante que nació en uno de estos pueblos manchegos? Tal vez sí, nuestro vivir, como el de don Alonso Quijano, el Bueno (aquí el Bueno, que será repetitivo en cada referencia al personaje, se toma del texto del Quijote en el final de la primera parte. Es una apelación que no aparecerá en una segunda parte del sin todavía definitivo autor reconocido, y que lleva la firma de Alonso Fernández de Avellaneda. Pero no es tiempo de entrar en estas disquisiciones) en un combate inacabable, sin premio, por ideales que no veremos realizados...", para luego pedir perdón al lector, por los brotes de vanidad de alguien que "quiere aparentar que sabe algo, pero que en realidad no sabe nada".  

II. En marcha

    Será su segunda crónica. Produce un extraño salto espacio/temporal. Ya ha llegado, sin habernos narrado el viaje: "Estoy sentado en una vieja y amable casa, que se llama fonda de la Xantipa...", para volver, rompiendo la lógica al paseo de su partida hacia el tren, por un Madrid que todavía duerme, bajo el titilar de las estrellas, silencioso, hasta la Estación del Mediodía (hoy Atocha), un Madrid solitario, bajo faroles y el ruido de carretillas y "diablas", "que comienzan a chirriar y gritar". Al acercarse a la ventanilla para adquirir el billete le acaece la primera sorpresa del viaje; quien está a su lado va al mismo destino, Argamasilla de Alba: "Argamasilla es Cinco Casas; pero todos le llamamos Cinco Casas...". Azorín no rebasaría en este viaje la entonces denominada Castilla La Nueva (Madrid, Toledo, Cuenca, Guadalajara y Ciudad Real que, en 1982, pasa a como se conocen actualmente dos regiones autonómicas, Madrid por un lado y el resto, más Albacete, que pasarían a integrar Castilla La Mancha). 
   Cinco Casas,
 cerca de Alcázar de San Juan (Ciudad Real). 
El tendido se hizo entre 1855 y 1860 por la Compañía Madrid-Zaragoza-Andalucía (MZA). En un primer momento se llamó estación de Argamasilla de Alba, y unía además a Herrera de la Mancha, Marañón y los Parrales, y su finalidad agilizar el transporte de vino, además de viajeros, eso sí a precio de billete muy caro, como en todos los trazados nacionales de la época, para Villarta de San Juan y Tomelloso. 
    Hoy en día el tren de alta velocidad (AVE), tarda poco más de hora y media desde Madrid a Alcázar de San Juan, pero allí se debe tomar un autobús hasta Argamasilla, si no se quiere dar una vuelta rocambolesca en tren, hasta llegar unas horas más tarde a la vieja estación de Argamasilla, donde los hilos del tendido forman una maraña de aceros que la tejen. 
    El viajero del XXI salió temprano en su coche desde Alcalá de Henares, donde se tutela la partida de bautismo de Miguel de Cervantes un nueve de octubre de 1547. Ayer visitó la capilla del Oidor, antigua parroquia de Santa Ana, donde se expone el facsímil. 
    Después se acercó hasta la casa-museo del autor donde "tropezó" con un sinnúmero de escolares por escaleras y estancias. En una de ellas, "la botica", profesión del padre de Miguel, Rodrigo. Allí entre especieros y alambiques está la silla de barbero, inspirada en las sillas de gota de monarcas, con una vacía. . La guía pregunta a los pequeños si sabían qué era una botica como aquella. El más avispado contesta: "Pues como don Quijote luchó contra los molinos, al caer de Rocinante se hizo heridas y aquí lo curaron"; la sonrisa del viajero se cruzó con la dulzura de su maestra que veía en esa respuesta el mundo creativo, ingenuo y maravilloso de la infancia.
    Ya en Cinco Casas, de Ciudad Real, pues existe otro en la Comunidad de Madrid, es un pueblo de finales de los años cincuenta y sesenta, del siglo pasado, por el Instituto Nacional de Colonización, con aquella idea en voga de aprovechar la infraestructura ferroviaria y trasladar unos cientos de familias. Desde su referéndum en 2007, una entidad de ámbito territorial inferior a municipio (EATIM) dependiente de Alcázar de San Juan, y cuenta con cerca de seiscientas almas. Transformaron las tierras de secano en regadío aprovechando el Acuífero 23 (de ahí que se les conozca por el melón y los pimientos).     
    Pero sobre todo, es puntera, desde hace unos quince años, por tener en sus tierras la planta termosolar "Manchasol I" y ser un centro de producción competitivo a nivel mundial)
   Al llegar a la plaza del Ayuntamiento, una pancarta de tela ya descolorida por el tiempo fijada a una de las ventanas, reivindica la UVI para el hospital. El cartero que llega a sus dependencias no recuerda desde cuando está colgada. Unas vecinas le dicen al viajero que más de diez, o quince, años, pues no tienen urgencias las veinticuatro horas en las localidades cercanas (cuentan con asistencia continuada en los Centros de Salud de Argamasilla y demás como Tomelloso; el hospital de Alcázar tiene ese servicio con helipuerto, pero la pancarta sigue colgada en la ventana, no es suficiente).    
    El cronista Azorín llegó en diligencia hasta Argamasilla de Alba (contaba con unas cuatro mil quinientas almas; a finales del año pasado rondaba siete mil). No sabemos si, intencionadamente, nos dejó en suspenso la fonda en la que se había alojado, la de la señora Xantipa (Azorín pasa a X como se solía hacer en el s. XVII, por J, Jantipa, como la mujer de Sócrates). El cronista la dibuja en "Siluetas de Argamasilla", “La Xantipa es de ojos grandes, labios abultados y una barbilla aguda, puntiaguda; la Xantipa va vestida de negro y se apoya, toda encorvada, en un diminuto bastón blanco con una enorme vuelta”. Jantipa García Jiménez le narra su historia, su alza social al casarse con un rico hombre hasta terminar en un final marginal y depauperado. Azorín escribe a su director, "habría materia para un libro". Se había casado con Pascual Aparicio, de ancestros de La Solana, viudo y con siete hijos. Ella, veinticinco años menos, la comidilla de la zona. Bastante tuvo con cuidar y sacar adelante a los ocho hijos que tuvo con su marido y los siete que este traía de su anterior matrimonio. 
Lugar donde estuvo la fonda.
    En 1887 fallece su marido y tiene que vender gran parte de sus bienes. Llega a un acuerdo con el comprador y se queda con una estrecha franja para convertirla en la Fonda de la Jantipa. No sabía leer ni escribir pero para atraer a lo más granado llena sus habitaciones con revistas y periódicos. Pero no lo logra pues el boticario, Carlos Gómez, era adicto al Quijote y ya tenía hecha la tertulia diaria para hablar de lo humano y lo divino, personajes a los que Azorín apeló como "académicos". Así que los acreedores se multiplican y reclaman los pagos.    Rubén Darío, que también colaborara con El Imparcial, sería más contundente y áspero con sus estancias: “En Argamasilla de Alba, no existe fonda ni cosa por el estilo. Hay que ir a la posada con los arrieros o ser hospedados por algún particular. A mí me recomendaron a la madre del sastre del pueblo, que se llama como la mujer de Sócrates, Jantipa […] ¿Cómo referiros la exigüidad de sus recursos y la revolución causada con mi presencia en aquella casa mantenida como seguramente se mantenían las de hace tres y cuatro siglos?…”. 
    Azorín sería más comedido un mes más tarde: “Es de techos bajitos, de puertas chiquitas y de estancias hondas. La Xantipa camina de una a otra estancia, de uno a otro patizuelo, lentamente, arrastrando los pies, agachada sobre su palo. La Xantipa, de cuando en cuando, se detiene un momento en el zaguán, en la cocina o en una sala; entonces ella pone su pequeño bastón arrimado a la pared, junta sus manos pálidas, levanta los ojos al cielo y dice, dando un profundo suspiro: ¡Ay, Jesús!… Y entonces, si vosotros os halláis cerca, si vosotros habéis hablado con ella dos o tres veces, ella os cuenta que tiene muchas penas… Se trata –dice la Xantipa- de una vieja escritura; de un huerto, de una bodega, de un testamento…”.
                                                (CONTINUARÁ *)
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   * Esta crónica de 2025 se irá ampliando sucesivamente, en parejo con las galeradas del cronista de El Imparcial, Azorín y las impresiones de aquel con las visiones y experiencias del viajero. Como si de un trabajo por comprobar cómo es esa tierra de la Mancha, un siglo y veinte años, más tarde, pasearemos por esa Ruta del Quijote, recuperando sus estampas, vivencias y rescatando que ha deparado la memoria del insigne Cervantes, su Quijote, o del escritor y estudioso por aquel viaje.