Miradas
Doce años sin piedad
Dictadura y
terror en Uruguay (1973-1985)
La noche es puro hielo y parece haberse colado en la sala. La humedad de las celdas carcelarias traspasa los pulmones y huesos de los encarcelados hasta apresar los nuestros. Los rostros se endurecen en silencio contenido. Con el último crédito el aire surge en cortas bocanadas desde algunas gargantas y, con el fundido en negro sobre la pantalla, todo se vuelve oscuridad eterna como en La noche de doce años (Álvaro Brechner, Uruguay, 2018).
Estamos en 1973. Se alza la dictadura cívico-militar en Uruguay. El ejército “retiene” a nueve dirigentes del grupo guerrillero del Movimiento de
Liberación Nacional-Tupamaro: Raúl Sendic, Eleuterio Fernández
Huidobro, Mauricio Rosencof, José Mujica, Adolfo
Wasem, Julio Marenales, Henry Engler, Jorge
Manera y Jorge Zabalza. La cinta recoge el secuestro de tres: Mujica, Rosencof y Huidobro. Aislados, los carceleros rumian: "como no pudimos matarles, vamos a volverles locos".
El guión acompaña a estos intelectuales con
ideas en acero esculpido. Había que escoger entre tantos miles que no pudieron convertir su tragedia en Arte, pero su desesperación está presente.
En los minutos/años, casi doce, que condensa este homenaje-documento, no sale a la calle, ni a la guerrilla urbana
del Movimiento, los fines; son secundarios.
Aquí importa cómo arman sus tiempos entre aquellas paredes para nicho de muerto, escasos dos metros cuadrados, una letrina pudibunda en la cabecera, ventanas cegadas por el hierro, sin cielo, sin más olor que su propia descomposición, entre baldosas heladoras, perdiendo la vida en vano. Doblados por la bota castrense, sus miradas hueras en la desesperación, y la rendición al sueño en un cuerpo carcomido por los palos y las descargas en sus miembros.
Pasan los días, horas, minutos, cada segundo, siguiendo el deambular de una hormiga entre sus manos, buscando al otro golpeando tímidamente la pared: "(...) Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor: -Algunos teníamos mala letra -me dijo- . Otros eran unos artistas de la caligrafía. La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y en cuarteles y en todo el país, la comunicación era delito. Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse con golpecitos a través en la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores: discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuestas. (...)". Eduardo Galeano, "Celebración de la voz humana/2", El libro de los abrazos, 1989.
Antonio de la Torre es José Mujica luego presidente de la República (2010/2015). Ricardo “Chino” Darín es Mauricio Rosencof, el “Ruso”, de origen polaco-judío, dramaturgo, poeta, novelista, y activo periodista, columnista de la revista semanal Caras y Caretas, coautor con Huidobro de Memorias del calabozo, de donde surge este film. Alfonso Tort encarna a Eleuterio Fernández Huidobro, Ñato, luego ministro de Defensa Nacional con Mujica y con Tabaré Vázquez, ejerciendo la vicepresidencia en varios periodos.
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Mujica, Rosencof y Huidobro. |
Logo del Movimiento Tupamaro. |
Aquí importa cómo arman sus tiempos entre aquellas paredes para nicho de muerto, escasos dos metros cuadrados, una letrina pudibunda en la cabecera, ventanas cegadas por el hierro, sin cielo, sin más olor que su propia descomposición, entre baldosas heladoras, perdiendo la vida en vano. Doblados por la bota castrense, sus miradas hueras en la desesperación, y la rendición al sueño en un cuerpo carcomido por los palos y las descargas en sus miembros.
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Rosencof puso versos al infierno.
Desde la Ventana.
Al piano Sylvia Meyer
(Music Group, 2005).
https://www.youtube.com/watch?v=GgK5fbzrL5I&list=PLY9RJvrNT9I2CsWy5VmPh5UaYzgn0qXML |



Lucía Topolansk y Graciela Jorge, también presas Tupamaras,
lograron escapar de la represión. Treinta y una mujeres
lograron la fuga el 30 de julio de 1971. |
Han pasado más de cuarenta años de aquello. Aquí en España estamos entonces casi en vísperas de recuperar la Democracia, todavía no se sabe, pero en puertas de una transición democrática. En las calles también hay violencia. De Uruguay no llega nada. Nunca llegó nada. Hoy en día tampoco se sabe mucho. Nos narcotizan con informaciones que nos saturan y nos repiten que no hay más allá de lo que ellos quieren que "pase".
Ahora, aquellos revolucionarios, y ciudadanos crecidos en la Democracia, buscan a los responsables en un país que se reencuentra con su historia. Desde julio tienen su Ley (Nº 19.641), para el recordatorio y reconocimiento de sitios de la Memoria Histórica. Lugares donde las víctimas, por motivos políticos, ideológicos o gremiales, fueron acechadas por el terrorismo de Estado y violados sus derechos. Se observan dos periodos que van del 68 al 73 por la aplicación de los preceptos de los denominados entonces de Doctrina de la Seguridad Nacional, y un segundo periodo del 73 al 85 bajo la dictadura cívico-militar.
Difícil e intrincado momento para el desarrollo de esta Ley, como hemos vivido y seguimos también en nuestro país, atrapados, sobre todo aquel, entre el crecimiento imparable de las extremas derecha de los vecinos en Brasil o Argentina, y en el propio Uruguay, donde los paramilitares ven el mismo campo abonado tras la guerra mundial donde aterrizaron los mandamases nazis. Hay quien dice que fueron el germen del genocidio sistemático que se va destapando con fórceps.
Allí, en Uruguay hoy se busca a los torturadores, se habla de la Memoria contra los dictadores, quieren llegar al punto final sin sentirse derrotados, desde la Justicia. Es un matiz diferenciador con argentinos, chilenos y españoles que a veces parece que buscamos una reparación desde la derrota. Quizás me equivoque. No se conforman con los huesos de sus muertos; requieren restablecer su dignidad y su lugar en la historia desde la igualdad; son políticos, que han tenido el ascenso al poder, como dijo en su día Huidobro, y no pueden orillarse al odio ni a la simple restitución del honor descompuesto.
Al abandonar la sala queda hablar de las otras noches de los Guantánamo, del mundo árabe oculto, del África ninguneado, de tantas otras noches que aún perduran. Es silencio. Por dentro, el temor a que alguien mantenga el interés en que suenen de nuevo truenos de tormenta, relámpagos del brillo de los cañones de un fusil apuntándonos. Y eso alargará a la eternidad, como siempre, el amanecer en libertad y justicia. Vuelve el fascismo, el autoritarismo, sin haber acabado con las celdas inhumanas de La noche de 12 años.