sábado, 22 de diciembre de 2018


Miradas

Doce años sin piedad
Dictadura y terror en Uruguay (1973-1985)
La Noche de 12 Años : Cartel

   La noche es puro hielo y parece haberse colado en la sala. La humedad de las celdas carcelarias traspasa los pulmones y huesos de los encarcelados hasta apresar los nuestros. Los rostros se endurecen en silencio contenido. Con el último crédito el aire surge en cortas bocanadas desde algunas gargantas y, con el fundido en negro sobre la pantalla, todo se vuelve oscuridad eterna como en La noche de doce años (Álvaro Brechner, Uruguay, 2018).
   Estamos en 1973. Se alza la dictadura cívico-militar en Uruguay. El ejército “retiene” a nueve dirigentes del grupo guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaro: Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, José Mujica, Adolfo Wasem, Julio Marenales, Henry Engler, Jorge Manera y Jorge Zabalza. La cinta recoge el secuestro de tres: Mujica,  Rosencof y Huidobro. Aislados, los carceleros rumian: "como no pudimos matarles, vamos a volverles locos".  
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Mujica, Rosencof y Huidobro.
   El guión acompaña a estos intelectuales con ideas en acero esculpido. Había que escoger entre tantos miles que no pudieron convertir su tragedia en Arte, pero su desesperación está presente.
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Logo del Movimiento Tupamaro.
   En los minutos/años, casi doce, que condensa este homenaje-documento, no sale a la calle, ni a la guerrilla urbana del Movimiento, los fines; son secundarios. 
   Aquí importa cómo arman sus tiempos entre aquellas paredes para nicho  de muerto, escasos dos metros cuadrados, una letrina pudibunda en la cabecera, ventanas cegadas por el hierro, sin cielo, sin más olor que su propia descomposición, entre baldosas heladoras, perdiendo la vida en vano. Doblados por la bota castrense, sus miradas hueras en la desesperación, y la rendición al sueño en un cuerpo carcomido por los palos y las descargas en sus miembros. 
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Rosencof puso versos al infierno.
Desde la Ventana.
Al piano Sylvia Meyer
   Pasan los días, horas, minutos, cada segundo, siguiendo el deambular de una hormiga entre sus manos, buscando al otro golpeando tímidamente la pared: "(...) Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor: -Algunos teníamos mala letra -me dijo- . Otros eran unos artistas de la caligrafía. La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y en cuarteles y en todo el país, la comunicación era delito. Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse con golpecitos a través en la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores: discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuestas. (...)". Eduardo Galeano, "Celebración de la voz humana/2", El libro de los abrazos, 1989.
Resultado de imagen de la noche de 12 años personajes huidobro    Antonio de la Torre es José Mujica luego presidente de la República (2010/2015). Ricardo “Chino” Darín es Mauricio Rosencof, el “Ruso”, de origen polaco-judío, dramaturgo, poeta, novelista, y activo periodista, columnista de la revista semanal Caras y Caretas, coautor con Huidobro de Memorias del calabozo, de donde surge este film. Alfonso Tort encarna a Eleuterio Fernández Huidobro, Ñato, luego ministro de Defensa Nacional con Mujica y con Tabaré Vázquez, ejerciendo la vicepresidencia en varios periodos. 

  Sufren torturas, ocultas a la cámara, al puro estilo Dan Mitrione -al que el grupo guerrillero mata en 1970-, enfureciendo al régimen militar y a sus aliados, EEUU con Nixon como presidente. La película no se recrea en los interrogatorios a base de golpes y vejaciones bajo capuchas informes, ahogamientos con agua, e insultos; no contar, no decir nombres (que aún hoy sus protagonistas desisten en su vida diaria).    
Resultado de imagen de la noche de 12 años personajes huidobro   Debía evitarse que el sujeto perdiera toda esperanza de vida, determinar su grado de resistencia, examen médico; una muerte prematura significaba el fracaso del técnico. "Siempre hay que dejarles una esperanza, una remota luz", teorizaba Mitrione. Los torturados resistieron con dignidad. “Ruso” apostilló en su día que gracias al humor, difícil paradoja. El arte, la ensoñación, su inteligencia, les salvará, pero no obvia esos momentos en los que no es suficiente su bagaje para estremecerse ante el vacío de la soledad, de la locura. 

   Otros miles de revolucionarios se dispersaron por el continente huyendo de la muerte segura. A los más de trescientos muertos o desaparecidos, se calcula que más de trescientos ochenta mil se vieron obligados a abandonar el país. Llegarían al Chile de Salvador Allende.  Participan en la lucha chilena y sufren las consecuencias de la Dictadura impuesta a sangre y fuego desde el 11 de septiembre de 1973 por el general Augusto Pinochet. Huidobro, con Graciela Jorge, lo documentan en Chile roto (1993). Otros llegan a Argentina, a Venezuela y por supuesto Cuba, un referente para muchos, imbuidos de su revolución.
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Lucía Topolansk y Graciela Jorge, también presas Tupamaras,
 lograron escapar de la represión. Treinta y una mujeres
lograron la fuga el 30 de julio de 1971.
    ¿Y las mujeres? Aquellas que fueron violadas, desechas sus entrañas y hasta quemados sus cueros cabelludos, que vieron morir a los suyos y también asesinadas, también hoy piden la palabra. En la película aparecen Soledad Villamil, la psiquiatra que colabora en el cuidado de los internos, Silvia Pérez en Ivette, Mirella Pascual en Lucy, la madre de Mujica, mujeres que nos recuerdan a las madres de la Plaza de Mayo en Argentina. ¿Cuantas madrugadas compartieron estas mujeres y otras como un alma, para cargarse de un activismo, la remilitarización, aquella que sesga vidas fuera de la pantalla para luego sobrevivir en la paz?  
   Han pasado más de cuarenta años de aquello. Aquí en España estamos entonces casi en vísperas de recuperar la Democracia, todavía no se sabe, pero en puertas de una transición democrática. En las calles también hay violencia. De Uruguay no llega nada. Nunca llegó nada. Hoy en día tampoco se sabe mucho. Nos narcotizan con informaciones que nos saturan y nos repiten que no hay más allá de lo que ellos quieren que "pase".
   Ahora, aquellos revolucionarios, y ciudadanos crecidos en la Democracia, buscan a los responsables en un país que se reencuentra con su historia. Desde julio tienen su Ley (Nº 19.641), para el recordatorio y reconocimiento de sitios de la Memoria Histórica. Lugares donde las víctimas, por motivos políticos, ideológicos o gremiales, fueron acechadas por el terrorismo de Estado y violados sus derechos. Se observan dos periodos que van del 68 al 73 por la aplicación de los preceptos de los denominados entonces de Doctrina de la Seguridad Nacional, y un segundo periodo del 73 al 85 bajo la dictadura cívico-militar.
   Difícil e intrincado momento para el desarrollo de esta Ley, como hemos vivido y seguimos también en nuestro país, atrapados, sobre todo aquel, entre el crecimiento imparable de las extremas derecha de los vecinos en Brasil o Argentina, y en el propio Uruguay, donde los paramilitares ven el mismo campo abonado tras la guerra mundial donde aterrizaron los mandamases nazis. Hay quien dice que fueron el germen del genocidio sistemático que se va destapando con fórceps. 
   Allí, en Uruguay hoy se busca a los torturadores, se habla de la Memoria contra los dictadores, quieren llegar al punto final sin sentirse derrotados, desde la Justicia. Es un matiz diferenciador con argentinos, chilenos y españoles que a veces parece que buscamos una reparación desde la derrota. Quizás me equivoque. No se conforman con los huesos de sus muertos; requieren restablecer su dignidad y su lugar en la historia desde la igualdad; son políticos, que han tenido el ascenso al poder, como dijo en su día Huidobro, y no pueden orillarse al odio ni a la simple restitución del honor descompuesto.
   Al abandonar la sala queda hablar de las otras noches de los Guantánamo, del mundo árabe oculto, del África ninguneado, de tantas otras noches que aún perduran. Es silencio. Por dentro, el temor a que alguien mantenga el interés en que suenen de nuevo truenos de tormenta, relámpagos del brillo de los cañones de un fusil apuntándonos. Y eso alargará a la eternidad, como siempre, el amanecer en libertad y justicia. Vuelve el fascismo, el autoritarismo, sin haber acabado con las celdas inhumanas de La noche de 12 años.

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