martes, 10 de noviembre de 2015

 Miradas


Mis brujas del Camino Baztanés (Bayona-Pamplona)




Vuelo de Brujas (1797).
Francisco de Goya. 
   El Nive (Errobi en Euskera), a su paso llano por Bayona (Francia), permite marchar ligero con la mochila al hombro (no muy lejos anda el Adur, otro de los nervios fluviales de esta región). Es el inicio para el viajero, o peregrino, del Camino de Santiago, por una realidad del país vasco-francés en su sentido histórico y cotidiano. En esas primeras horas brumosas, en las que la noche todavía envuelve la mente, mil fabulaciones de los grabados colgados en el albergue (maderas con temas satanistas datados en los siglos V y VI; cruces torcidas  con la que magos y hechiceros mostraban su desprecio por Cristo y su obra redentora, en misas negras, los sábados de brujas) invaden los sueños y el ritmo del corazón. 
Mosquete con bayoneta.
 Tierras conquistadas por vikingos en el siglo IX, escenario final de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, amén de refugio de judíos expulsados del reino de Castilla, cubrieron ríos de sangre (bayoneta viene de los cuchillos de los agricultores de la comarca que, faltos de pólvora, ajustaron a los cañones de las escopetas).
   En el castillo de Marracq firmaron abdicaciones Carlos IV y su hijo Fernando VII en favor de Napoleón Bonaparte quien, en 1808, promulga el Estatuto de Bayona -primera Constitución española-, y nombra rey a a su hermano José, "Pepe Botella", perjuriado con numerosos escarnios y burla, una probabilidad de gobierno ilustrado abortado, aún por contar como biopic.
   Con estas disquisiciones el caminante llega a Espelette, entre ecos de pelota en frontón y hermosas balconadas rojas en sus calles. Un coqueto cementerio linda con una iglesia con estilizadas gradas para asistir a la expresión de la alianza de los jerarcas de la fe con el poder terrenal: reyes y nobles recibían la bendición en tribunas; abajo los plebeyos en bancos a ras de suelo. 
El Aquelarre de Goya. Para Carmelo Tisón, "el embrutecimiento 
de seres racionales por un extremos y su satanización por otro".
   No muy lejos otros seres "viajaban" en busca del Diablo. Historias atávicas que espeluznaban al más bragado. En la misma frontera con España, en Zugarramurdi, tierras navarras, se inicia la mecha de pólvora que irá incendiando este Camino brujeril (corren los siglos XVI y XVII). Las brujas, mujeres que conocieron lo benigno de ciertas plantas con las que curaron enfermedades, realizaban, en ciertos casos, rituales macabros, pero sobretodo fueron heterodoxas con el mandato jerárquico de la Iglesia. La cueva Sorginen Leizea (de las brujas) o el prado Berroscoberro, serían los lugares donde utilizarían artimañas casaderas, aquelarres, pócimas y exorcismos que levantaron la ira y las persecuciones desde el poder eclesiástico, y civil tras aquél, a través de la Inquisición.
Akelarre del rodaje de Las Brujas
de Zugarramurdi
, de Álex de la Iglesia.
www. turismozugarramurdi
   Casi todo Zugarramurdi pasaría por Autos de la Fe. Trece mujeres fueron sentenciadas: seis a la hoguera y las otras a cadena perpetua (hasta las muertas fueron alzadas al patíbulo). Si las aguas del Nive y el Adur daban brío guerrero, las aguas del Baztán hinchaban las sienes de maleficios. Aldeas epicentro de adoración al Diablo, de remedios para enfermos sin recursos, curanderas y herboleras que fueron al encuentro de Satanás volando sobre machos cabríos (aún se retrata a las brujas poco menos que desechos de mujer, con rituales jocosos entre orines y ratas muertas; memoria mutilada, todavía).
Auto de fe de las brujas
de Zugarramurdi (Logroño, 1610).
Impreso en Burgos (1611).

   Hasta el monasterio de Urdazubi (Urdax) acompañan los ecos de la cueva de Zugarramurdi, sus conjuros y orgías (entonces se toparon con fray León de Aranibar, gobernador del monasterio, quien dio pábulo a las denuncias, mientras los asustadizos acudían en busca de consejo y auxilio espiritual). Allí se gestaron las pesquisas de los inquisidores Valle-Alvarado y Salazar que terminarían con el Auto de la Fe de Logroño (1610).
   Pero no todo son brujas en estos recodos de caminos montañeses. En la jornada se llega al monte Gaztelua, en Maya (Amaiur), los navarros guardan su historia reivindicada. Allí plantaron batalla a Carlos I que, en julio de 1522, cerca el castillo con diez mil soldados. Sus defensores querían cortar con los agravios que sufrían las Cortes navarras. Un monolito sustituyó no ha mucho al que se volaba con dinamita en otro julio de 1931 mientras los ayuntamientos de Navarra debatían sobre el Estatuto de Estella. 
   A vueltas con mis brujas los lugareños hablan de Arraioz donde rencillas y enemistades familiares provocaron delaciones. Así en la siguiente etapa, al pasar por Ziga, cuentan que los casos más remotos se dieron en el valle de Malerreka en 1328. Una tal María de Ituren era la maestra de ceremonia en los encuentros nocturnos del monte Mendaur. Akelarres y ungüentos a base de hierbas y sapos.
Linda maestra. Capricho 68. Goya.
   El Camino entre Almandoz y Olagüe encierra un paraíso que culmina en la ermita de Belate. Un universo de brumas y neblinas que quiebran las siluetas en un bosque de hayas que roza el edén con el mundo de las tinieblas. Quizás fuera hacia allí donde volaran la posadera y otras brujas -belagiles como las llaman por aquí-, para adorar a Belcebú. El testimonio de un niño de cinco años sirvió para que al menos aquella ardiera como una tea. Cuando bebes agua en la fuente vieja de Olagüe no puedes por menos que mirar hacia arriba del caño por si quedaran rastros en las nubes de aquellos faldones arrastrándose por los cielos.
Brujas yendo al Sabbath.
Luis Ricardo Falero, 1878.
   Al llegar la noche, en la vieja casa del cura, deseo excitarme con otro canon de belleza para aquellas mujeres que quiero me visiten. De horribles y desaliñadas, trotaconventos andrajosas las recreo hermosas y sensuales, sopla-vainas de curas y monjes ultramontanos (personajes ladinos con la Reforma y arrebujados con el poder absoluto). Envuelto por un silencio salpicado de trinos de lejanos pájaros nocturnos, o quizás brujas sobre cabrones, los párpados pesan. En mi duermevela vuelven mis otras hechiceras, aquellas que en mi larga adolescencia jugaban con su inocencia, y la mía; tiraban cartas astrales, hablaban con los espíritus e hipnotizaban cuerpos hasta rociarlos de perfume de mujer en ciernes. Magas de mis recuerdos que sigo encontrándome en los más recónditos y salvajes caminos.
   Hoy será el último trayecto. Una llovizna refresca mi frente, y me trae a Carlos y Xefe, otros "brujos" en su Venta de San Blas, hablando a sus caballos y practicando su "bosqueterapia" por los hayedos. 
   Ahora, en Trinidad de Arre, Domingo, el sacerdote hospitalario, narra sus desvelos durante la revolución nicaragüense y de la guapa maestra que voló con los sandinistas sin miramientos a cruces ni velones, otra bruja. El sello en la compostelana. Final de Camino. 
   Mañana, en la catedral de Pamplona me espera una exposición que vaga por las encrucijadas por las que ha habitado la religión, su expresión artística y la vida: "Occidens". Pero esa, es otra historia.

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