sábado, 13 de diciembre de 2014

Miradas

La ley "mordaza", coloquio entre 

perros, o la importancia de 

llamarse Ernesto (serio)

Mordaza a una estatua de-Antonio Lopez
Atocha (Madrid). periodistas.es
    En la escuela de "prietas las filas" el "cara al sol" y "con flores a María" algún maestro, egresado de la División Azul, nos amordazaba con esparadrapo o celofán, dependiendo del presupuesto, cada vez que alterábamos el silencio sepulcral del aula entre los rezos, el recitado de los reyes godos y demás dinastías a partir de los reyes católicos hasta llegar al Caudillo, salvador de la patria. Y ahora resulta que el gobierno, el Partido Popular, reparte palmetazos en el Congreso y Senado para quienes se interpongan a la vuelta al silencio en las calles donde se ha vivido el mayor ejercicio democrático en masa, tras las movilizaciones predemocráticas en aquel tardofranquismo. Pendiente del paseíllo por el Senado, la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, apodada "Ley Mordaza", permitirá multar con 30.000 euros por impedir que las fuerzas de seguridad lleven a cabo un desahucio, por difundir imágenes de antidisturbios golpeando a manifestantes, o por no identificarse a su requerimiento, justo el día que salían las cifras de un nuevo incremento de los desahucios en el último trimestre y cuando se había evitado uno por la solidaridad de cientos de personas ante un domicilio de una inmigrante (inmigrantes muchos que verán efectiva la devolución "en caliente" a la sombra de las concertinas).
   Uno de los argumentos para sacar esta ley es el incremento de violencia en las manifestaciones pero, según cifras oficiales, en 2012 hubo más de cuatro mil en Madrid de las que en tan sólo doce se registraron altercados serios. Siendo demagogo, si me lo permiten, mientras el ministerio de Justicia no amplía efectivos en la judicatura y, junto con el gobierno de los jueces, pone trabas para limpiar de corrupción el ejercicio de la política, lo cierto es que se incrementarán y agilizarán las multas, tramitándose en el ámbito administrativo, sin intervención judicial, con la consecuente falta de garantías de protección de los derechos de cualquier ciudadano (algunos hablan de la guillotina a la Democracia, pues organizaciones como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea, Transparencia Internacional o Access Info, entre otras, han condenado reiterados incumplimientos de la legalidad internacional y los derechos humanos en el país). Qué contradicción con el número de cargos desparramados desde el poder político, y los sueldos que, en vísperas, se habían publicado en web ante la presión social y punzante de cierto partido emergente y preocupante para el bipartidismo imperante (hablo lógicamente de Podemos y una Izquierda Plural más activa de lo acostumbrado).
   El insigne Cervantes ya discurrió sobre la mancha de aceite que se extiende por toda la sociedad para asegurar la despensa. Cipión y Berganza, en la ejemplar novela El coloquio de los perros, previenen de uno de los peores males de nuestra cultura, la corruptela (dígase desde los "sanadores" a reyes y advenedizos). Aquí un hilo:
BERGANZA.—Desa manera, no haré yo mucho en tener por señal portentosa lo que oí decir los días pasados a un estudiante, pasando por Alcalá de Henares.
CIPIÓN.—¿Qué le oíste decir?
BERGANZA.—Que de cinco mil estudiantes que cursaban aquel año en la Universidad, los dos mil oían Medicina.
CIPIÓN.—Pues, ¿qué vienes a inferir deso?
BERGANZA.—Infiero, o que estos dos mil médicos han de tener enfermos que curar (que sería harta plaga y mala ventura), o ellos se han de morir de hambre. [...] 

   De lo que yo infiero a priori es cuántos males hay en la sociedad que no hay "médicos" ni cataplasmas que acaben con la peste que nos circunda y que de ahí que no cese el ejército de arrimados a la política menesterosa que padecemos. El propio Berganza se encontró en el Matadero de Sevilla un vivero de malandrines que, cambiando época y escenario muy bien se ajusta a lo destapado en los últimos años.
Joglars. El coloquio de los perros. www.teatrepoliorama.com
BERGANZA.—¿Qué te diría, Cipión hermano, de lo que vi en aquel Matadero y de las cosas exorbitantes que en él pasan? Primero, has de presuponer que todos cuantos en él trabajan, desde el menor hasta el mayor, es gente ancha de conciencia, desalmada, sin temer al Rey ni a su justicia; los más, amancebados; son aves de rapiña carniceras: mantiénense ellos y sus amigas de lo que hurtan. Todas las mañanas que son días de carne, antes que amanezca, están en el Matadero gran cantidad de mujercillas y muchachos, todos con talegas, que, viniendo vacías, vuelven llenas de pedazos de carne, y las criadas con criadillas y lomos medio enteros. No hay res alguna que se mate de quien no lleve esta gente diezmos y primicias de lo más sabroso y bien parado. [...]. Pero ninguna cosa me admiraba más ni me parecía peor que el ver que estos jiferos con la misma facilidad matan a un hombre que a una vaca; por quítame allá esa paja, a dos por tres meten un cuchillo de cachas amarillas por la barriga de una persona, como si acocotasen un toro. Por maravilla se pasa día sin pendencias y sin heridas, y a veces sin muertes; todos se pican de valientes, y aun tienen sus puntas de rufianes; no hay ninguno que no tenga su ángel de guarda en la plaza de San Francisco, granjeado con lomos y lenguas de vaca. Finalmente, oí decir a un hombre discreto que tres cosas tenía el Rey por ganar en Sevilla: la calle de la Caza, la Costanilla y el Matadero.
Familia real, por Antonio López.
libertaddigital.com
   Fíjense que los "dueños" hoy parécenme los ciudadanos en esta Democracia, y que los constantes navajazos, robos y hurtos sin final que vienen de ciertos delincuentes metidos a políticos, pueden que acaben despedazándonos, pues estos jiferos han recalentado la hoya que hierve el aceite. Ahora , el hoy Rey, Felipe VI, trata de ganarse Cataluña en vez Sevilla, ya lo aventuramos, que se le desportilla la corona, y al que nos gustaría preguntarle qué le parecen los pares del retrato de Antonio López tras veinte años de rumiar conciencias colectivas (luz y modelos dejan un espasmo frío al verlos, y una cortina de humo agrisácea la película que han ido protagonizando en este tiempo la mitad de los presentes en esa obra maestra). 
   Coincidía su presentación con la vuelta al escenario, ironía de nuevo, de la obra de Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, por parte de un grupo de aficionados al teatro en un barrio obrero. Su plena vigencia, en parte, de la trama, casi ciento veinte años después de su estreno, nos muestra a Jack Worthing, su protagonista, un adinerado libertino de provincia, que inventa a un hermano menor por el que velar, Ernest, para acudir a sus juergas en Londres. Conquista a Gwendolen, prima de su camarada Algernon Moncrieff, quien también excusa sus frecuentes desapariciones con la existencia de un imaginario amigo con mala salud. Gwendolen acepta casarse con Ernest por su nombre (que suena igual que earnest, “serio” o “formal” en inglés). Y ahí la carambola con la actualidad. ¿Lo serio y formal es lo que se desprende del cuadro de López y de la propia historia de la monarquía "restaurada" por el franquismo? ¿O es que las imposturas de varios miembros de la realeza transpiran e incoloran el óleo?
   Las caricaturas de Cervantes y Wilde trazan comportamientos cercanos al cinismo y la doblez desde el poder donde nace y prima en los asuntos vitales, transmitiendo “ el estilo y no la sinceridad”.  Así lo profesionalizaron los reyes de Bélgica, venidos aquí por la muerte esta semana de la reina Fabiola, aristócrata de origen español, acompañado su féretro por la dinastía en la reserva, y con palmas rocieras, muy del pueblo. Durante su reinado la más conocida controversia tiene que ver con que el rey Balduino renunció al trono durante 36 horas, en 1990, para evitar sancionar la ley del aborto (luego, la pareja desaparece sin descendencia después de que Fabiola sufriera cinco abortos). Stéphan de Lobkowicz asegura en Baldunino, una biografía, que el rey transigió autorizar el aborto a los médicos porque peligraba la vida de su mujer. Fabiola siempre lo negó categóricamente (la mujer del César no basta que sea honesta, también tiene que parecerlo, dice el proverbio). En España Juan Carlos pasó de jurar las Leyes Fundamentales del Franquismo a la de Reforma Política y Constitución, sin demasiados miramientos y durante más de treinta años; lo hizo con el aborto y demás posibles contradicciones con ciertos principios de la corona, como cuidar de "su" pueblo (siempre se preocupó de parecer cercano, porque formal y serio a lo Ernest...). Claro que a estas alturas, en plena crisis de pánico real, a pocos importan ciertos detalles históricos.
   Pero lo que sí hará mella en muchos hogares es el descuido hacia sus gobernados, o mejor dicho, la osadía, en las palabras del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que manifiesta que es innecesario abrir los comedores escolares durante estas "Navidades de la recuperación", como las ha aventurado el señor Rajoy, para alimentar cerca de 50.000 niños y niñas estadísticamente subalimentados, porque para el presidente regional, "el principal riesgo que tienen los niños en la Comunidad de Madrid de malnutrición es la obesidad".
   Ante estas voces y heces sí que se echa de menos la mordaza del sentido común. 
   Pero por ahora mandan y siguen armando vasallos, sin vergüenza.
desmotivaciones.es

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